Como dijo él mismo en una entrevista que leí una vez: «Me llamo Mamerto pero no ejerzo». Genial. Genio. Una gran persona, desborda felicidad, transparencia, simplicidad e ingenio. No descansa un segundo en la charla, escucha, procesa rápido y retruca con algún cuento, mientras uno se queda recalculando… Un humor y una fe envidiables. Enseguida después de contarle nuestro proyecto a la familia, fuimos a Los Toldos a charlar con él. Un placer especial poder encontrarnos en la paz del monasterio. Nuestras preguntas fueron directas y prácticas, y el nos contestaba con metáforas y cuentos, casi que le pedíamos permiso para encarar el proyecto y dudando un poco si era un delirio, cuando él ya lo daba por hecho, diciéndonos que pasemos a recibir una bendición antes de irnos y recomendándonos medios que podían interesarse en las historias. En 2 minutos logró despojarnos de muchos miedos y entendimos que la única salida era dejarlo en manos de Dios. Salimos livianitos de la charla, liberados y con un empujón indescriptible. Evidentemente Dios nos muestra sus caminos y nos va llevando. Nos decía: «No se preocupen que si no es esa puerta, será la siguiente!», y que no nos preocupemos por tener la ruta delineada si quizás no llegábamos a salir de Chubut! Lo más loco es que no puedo acordarme de un solo cuento de todos los que nos hizo, pero sí recuerdo un gesto muy cariñoso que tuvo antes de irnos. Al despedirnos, se acercó a un rosal divino en el patio, sacó de su bolsillo una tijerita y nos cortó una rosa gigante y muy perfumada, que tuvimos en un florero por varios días, recordándonos esa mañana de charla con el Gran Mamerto. GRACIAS!!
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