En el calor de la ciudad de Santiago del Estero, seguimos sorprendiéndonos con tanta solidaridad. Esta vez el Padre Hernán nos presentó a Gachy y César, un matrimonio de maestros muy especiales. Son jóvenes, tienen 46 y 43 años, y por su casa ya pasaron alrededor de 40 chicos que necesitaban que alguien confíe en ellos y les dé una oportunidad para poder saciar sus ganas de estudiar.
Gachy nos cuenta con tonada santiagueña, que era una “cheta acabada” a los 18 años, y que al encontrarse con una realidad tan dura cuando iban a misionar, empezaron a sentir vergüenza y a cuestionarse ‘¿Por qué hay esta diferencia, por qué nosotros podemos estudiar y ellos no?’ Entonces desde aquel momento no sólo no dejaron de ir, sino que cada vez avanzaban un paso más dentro de las realidades ajenas, saltando la barrera que los separaba y haciendo propias esas necesidades buscando promoverlos como personas.
En una de esas misiones notaron que había un joven que tenía muchas inquietudes, muchas preguntas, quería saber de todo y no los abandonaba ni a sol ni a sombra. Ramón sufría porque quería estudiar y no podía. Deseaba profundamente ir a la escuela, pero sus abuelos no tenían más remedio que llevarlo al campo de Marzo a Junio con los trabajadores golondrina a cosechar algodón, con lo cual sólo podía ir a la escuela de Julio a Noviembre. Su madre había ido a trabajar a Buenos Aires y le enviaba dinero a su abuela para ayudar, pero no alcanzaba. Como bien marca la canción “Perfume de Carnaval”, Ramón era hijo de una realidad frecuente en el interior, un encuentro ocasional de carnaval, así que no conocía a su padre. Hacía hojas de cuaderno estirando la bolsa de papel del pan, y usaba velas para poder estudiar. “¿¡Como no ayudarlo!?”, recuerdan Gachy y César. “Tenía muchísimas ganas de aprender, quería terminar la secundaria y la única condición que pusieron sus abuelos fue que trabajara. Así que vino a vivir a casa para poder hacer el secundario de noche, terminó como abanderado (y eso que trabajaba!), después estudió Enfermería en un terciario y más tarde la Licenciatura.”
Para ellos la señal fue muy clara: “Ramón fue la prueba real de que los jóvenes, cuando quieren, pueden.” Hace 7 años que Gachy y César agrandan la familia cada año, hoy tienen a 7 estudiantes de entre 18 y 25 años de distintas partes de Santiago. Cuando decidieron embarcarse en el proyecto, luego de la experiencia con Ramón, su hijo Francis tenía 5 años y sus amigos y conocidos les decían que estaban locos, que era peligroso para su hijo, que podían lastimarlo o contagiarle enfermedades. Por suerte confiaron en Dios y se tiraron a la pileta buscando el bien de tantos chicos. Su hijo Francis hoy tiene más hermanos de los que nunca imaginó y lo vive como si fuera lo más natural del mundo. Para ella son como sus hijos también, hasta las nueras vienen pasarle factura! Nos recuerdan: “Surgió de a poco este sueño, y estábamos tan convencidos, que después de la experiencia con Ramón, dejamos nuestra casa, con un lindo jardín, amigos y mucho verde alrededor, para venir a esta casa prestada por el Obispado, con menos jardín y muchos cuartos que limpiar, para arrancar con el proyecto. Realmente nos hace muy felices hacer esto, vivimos mucho la frase: ‘Poner las manos en el arado y no mirar atrás.’ Y la verdad que nunca, pero nunca nos faltó nada, siempre aparece la Mano de Dios. Y cuando entra algo de dinero, compramos lo esencial; la Providencia siempre ha estado y siempre estará.Y eso que son 7 varones grandes, que comen mucho, pero siempre sobra, nunca estamos preocupados porque falte comida. Confiamos que ésto es un proyecto de Dios, El nos va a ayudar a continuar, pase lo que pase. El nos puso en este camino y nos acompaña todos los días.”
Realmente se respira un aire de compañerismo y alegría en la Residencia. Se hacen chistes entre ellos, se ayudan a estudiar, cocinar o cantar. Se los ve felices, respetuosos y muy agradecidos; claro que no es fácil convivir con 7 jóvenes de esas edades, pero ellos tienen bien en claro que vienen a estudiar. Tienen 2 salas de estudio así que se organizan para compartir los distintos rubros: Agronomía, Educación Física, Música, etc. Esa es su meta, y cuando se lo olvidan, Gachy hace de pájaro carpintero y les recuerda incansablemente que sus padres y ellos mismos están haciendo un gran esfuerzo para que puedan estudiar. Sus padres están orgullosos de que sus hijos tengan el privilegio de poder aprender en la ciudad (por supuesto se lo cuentan a todo el pueblo).
El Reglamento de Convivencia ayuda a tener reglas claras; y la planilla de tareas organiza la cocina, lavado, limpieza, orden, oración, riego de plantas, etc. Esta gran familia sienta sus bases en las charlas en común, comidas compartidas y por sobre todo, la oración de la mañana inamovible. Se turnan para preparar una oración breve de 15 minutos y así arrancan el día en conjunto a las 7am frente al Santísimo, en su Capillita propia, con 4 o 5 guitarreros. Sobra la música en castellano o en quechua, según sus orígenes. Y hablan, hablan mucho, van viendo cómo se van desarrollando ambas partes, sus logros y desafíos, cumpliendo el rol de padres, maestros, tutores espirituales e hijos y estudiantes. “Compartiendo la fe, logramos convivir 9 o 10 extraños. El proyecto es integrarlos, no solo estudiando sino encontrándose con Dios y así conociendo a Dios te conoces a vos mismo.” Y así Dios, silenciosamente atraviesa el día a día de esta familia, en las oraciones, asados con el Obispo, o charlas con mate y facturas con el Padre Hernán.
Una generosidad, paciencia y amor inmensurables los de Gachy y César, que no solo sostienen económicamente la residencia, porque muchos padres no pueden ayudarlos, sino que invierten su vida en estos jóvenes dejando de lado proyectos personales, y ¡Encima les parece lo más natural del mundo! Son conscientes de que si fueran ellos los únicos responsables, nunca alcanzarían los recursos, pero con Dios en el medio, todo camina. También podrían estar en su antigua casa, con jardín, jugando con su hijo de hoy 12 años viviendo una vida con muchas menos preocupaciones, pero no cambian por nada la vida que llevan. Están felices, y cuando ven que los chicos se reciben y se les abren puertas con un futuro por delante, se sienten gratificados.
Y aunque César recalca que fue Gachy la gestora del proyecto, sabemos que el no solo acompaña, sino que es parte fundamental de que ella tenga estas pilas para llevarse todo por delante y realizar el sueño de ambos. Nos contaban que les costó mucho tener a Francis, y que cuando finalmente llegó, fue un milagro; las vueltas de la vida hicieron que después terminaran teniendo tantos hijos postizos.
A esta cadena de favores le falta sólo una vueltita de tuerca para completarse y que los jóvenes que hoy tienen buenos trabajos gracias a la posibilidad de estudiar que recibieron, puedan colaborar y ayudar a otros a que puedan formarse y ser cada día más los que tengan estas oportunidades. Todavía no se dio, pero Gachy y César sueñan que algún día muchos chicos puedan ‘apadrinar’ a otros en la misma Residencia donde ellos estuvieron. Eso será otro capítulo, esperamos que muy pronto.
http://youtu.be/OH42V5y8XA8 un poco de guitarreada en vivo!!
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