Sembrando huellas

con Hna Mariela y coordinadores

Para saber cómo es la Hermana Mariela, sólo necesitamos preguntarle a sus alumnos de 17 y 18 años que comparten con ella diversas actividades en el grupo ‘Huellas de Caridad’, para que instantáneamente brotaran varias frases al unísono: “Ella deja huellas”, “Es ultra-mega sencilla, humilde; ayuda y se entrega totalmente hasta llegar al final”, “Nos pide que demos el 101%”, “Aunque no tenga con qué, hace lo imposible, tiene una clara necesidad de servir”, “Ella es: Amor al Prójimo”. En pocas palabras nos dijeron lo primero que se les vino a la mente, con una alegre y fresca espontaneidad. Es que con ella, estos jóvenes, vienen viviendo y descubriendo desde 7mo grado la satisfacción de servir al prójimo ocupándose de los más necesitados, trabajando por su comunidad, cuidando, limpiando y rescatando parques y espacios comunes.

Así es la Hermana Mariela, se mueve por las comunidades panameñas vecinas a la ciudad de Penonomé, buscando ayudar a todos los que estén necesitados. Debido a la ancianidad de sus padres, está cumpliendo una licencia de su Congregación colombiana para poder cuidarlos en su pueblo natal. Entrega sus mañanas al Colegio Carmen Conte Lombardo en Churuquita Chiquita, y el resto de su día lo divide entre sus padres y las necesidades de la comunidad. Camina sin cesar, llega como sea a los parajes perdidos a 4 horas de travesía en vehículos 4×4, y allí conoce a cada familia y abuelito de las profundidades del bosque tropical. Durante la semana los grupos preparan las bolsas de mercado y los sábados salen a repartirlas entre los abuelitos más necesitados de las comunidades vecinas. La inmensa alegría de estos chicos al contarnos sus experiencias, deja al descubierto cuánto más uno recibe al dar, que al recibir.

La Hna. Mariela es el puente entre todos quienes la rodean y sus necesidades. Es capaz de conseguir desde una computadora, hasta una beca para estudiar Medicina o literalmente, un puente. No es que tenga contactos, ni una abultada cuenta en el banco, sino una fe suficiente para aceptar que todo esto no proviene de ella sino de Alguien más. A ella llegan los más diversos pedidos y ella los canaliza como se le ocurre en el momento, siempre aclarando previamente: “Vengan a pedirme ayuda cuando ya hayan hecho el 50% del esfuerzo, y ahí nos organizamos para buscar el 50 que hace falta.” Ella misma recuerda el caso de una joven que era la mejor alumna y deseaba con toda su alma estudiar Medicina, un deseo imposible de cumplir para su familia; al escuchar su discurso a fin de año, le prometió delante de todo el Colegio que ella iba a ser Médica. Más tarde, al recapacitar, se dio cuenta de que no sabía cómo iba a hacer que eso funcionara. Su fe la llevó por un camino de mucha insistencia, y con el 50% hecho de la alumna con su medalla de honor, consiguió que le dieran una beca para estudiar Medicina en Cuba. Las cosas se le van dando, y no son coincidencias; ella pone su 101% para solucionar y ayudar a quien lo necesita, y en equipo lo consiguen.

Fuimos protagonistas de uno de estos casos, ya que la Hna. Mariela nos contó de la necesidad de un muy buen alumno, ya en su segundo año de Licenciatura en Sistemas, a quien se le dificultaba seguir su carrera por no contar con una computadora propia. Con esas pocas palabras, encontramos el destino para nuestra computadora que necesitaba un nuevo dueño, alguien que la valorara y la necesitara de verdad. La alegría de Enrique al tenerla en sus manos fue más de lo que podía expresar su timidez. Lo más increíble de esta historia, es que la Hna. Mariela tenía este tema pendiente hacía ya 3 meses y no sabía cómo solucionarlo, ya que le había prometido al muchacho que volviera el martes, y era lunes cuando la conocimos. Llegamos de sorpresa, sin conocernos, y ella fue el puente para unir ambas necesidades.

Hasta un puente han llegado a pedirle, lo que nos demuestra la ausencia de instituciones frente a las necesidades del pueblo. Las lluvias en esta época hacen que el vado se vuelva intransitable, y que tengan que cruzarlo con el agua hasta la cintura, o caminando sobre un tronco para llegar al camino principal. El día que no hubo más remedio que sacar a una abuelita en una silla sobre los hombros, fue cuando llegaron a la conclusión de que no podían esperar más. Se reunieron, hicieron tómbolas, vendieron comida, y pidieron ayuda. Con mucho esfuerzo lograron construir la vereda hasta el vado, pero un puente para cruzarlo estaba fuera de sus posibilidades. Con su 50% ya hecho, acudieron a la Hermanita, que llamó a su amiga periodista y rápidamente hizo un programa especial para mostrar las necesidades del lugar. Ahora están a la expectativa de una respuesta, que seguramente no se hará esperar.

Estas comunidades están aprendiendo a valerse por sí mismas, uniendo esfuerzos hacia un bien común. Empezando desde jóvenes, tienen la potencia suficiente para llevarse el mundo por delante. Nadie les está regalando el puente, o la beca, o la computadora, sino que pusieron mucho esfuerzo y empeño de su parte para conseguirlo. Algo como “enseñarles a pescar y no regalarles el pescado”, en una sociedad que cada día pretende más regalos o dádivas.

Esas son algunas de las historias de esta Hermanita que se mueve por las comunidades panameñas del interior de Penonomé, recorriendo su tierra ayudando a los demás con la asistencia incondicional de su gran Aliado, a quien le entrega su vida sirviendo a los demás. Incluso llega a escuelas que están lejos y con pocos recursos, siendo ese puente entre los niños que tienen poco para comer, y a la vez se les escapa la sopa por la rajadura del plato, con aquellos que necesitan un pedido para poder tender una mano. Ella sabe que a veces con un solo correo electrónico a algún conocido en Panamá, une a ambos necesitados, uno de dar y otro de recibir, dándoles la oportunidad de agrandar su corazón. Con tan solo unos platos, vasos y cubiertos, les cambió la vida a más de 180 niños.

Nos preguntamos: ¿De dónde nace este torbellino de energía que le hace querer ayudar a todos? Realmente no a todos nos nace así tan fácil. Ella recuerda que desde chica, su familia siempre fue muy humilde y su papá siempre iba a visitar a un abuelito que vivía solo. A veces lo llevaba a su casa y le pedía a su esposa que le dé de comer: “Mi mamá tenía orden de darle de comer al abuelito Tereso siempre, aún si él venía a casa y papá no estaba; y cuando terminaba, mi mamá le preparaba una bolsa con mercado para el resto de la semana. No me lo voy a olvidar nunca. También en época de cosecha, para la fiesta de San Juan de Dios el patrono de los pobres, en mi pueblo, Natá de los Caballeros, nos juntábamos todos, los que teníamos algo para compartir con los que necesitaban comida. Entonces, de los 4 sacos de la cosecha, mi padre llevaba 2 para compartir con ellos, y los repartíamos en bolsitas iguales para todos los que bajaban de los cerros.”

Ella nos resume su Fe, como “el encuentro con Dios a través de los hermanos”, y a eso le dedica el 101% de su energía. Se desvive por su prójimo, por todo aquel que necesite ayuda, esté o no a su alcance, porque ella mueve cielo y tierra para conseguirlo. En el colegio todos quieren participar en sus talleres de “Huellas de Caridad”, porque ese empuje que logra en los jóvenes es muy contagioso. Su énfasis está en la educación en los valores, ya que ésta es la herramienta principal que les va a permitir defenderse en un futuro, y es lo que van a aportar a la sociedad. Esta nueva generación está cambiando su comunidad, renovándola y haciéndola cada día más fuerte, y a la cual van a volver con sus títulos universitarios a devolverle tanto recibido.

gruta del colegio

de gran charla

5 comentarios en “Sembrando huellas

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  2. Amar y servir: eso describe perfectamente a la profesora y hermana Mariela Calderón. Quienes hemos recibido sus enseñanzas hemos sido afortunados/as. Ella nos enseña el verdadero sentido de ser «maestro/a» y no vanidosamente un magister en educaciòn superior. Y, como en la niñez, aprendemos más de lo que vemos que de lo que se dice. Gracias Mariela por permitirnos ver lo que es servir. La queremos, Yasser Medina y Nilda

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