Herederos de una “Petit” Misión

Tia Petita

Después de algunos desencuentros en Iquique, creímos que Chile nos dejaba ir sin presentarnos otro testimonio de vida, pero Arica, la puerta de salida norteña hacia Perú, nos sorprendió con un rinconcito de generosidad y fe inmensurables. De nuevo las causalidades de la vida nos llevaron de la mano. Todo empezó con una pareja de antropólogos iquiqueños que se acercó a charlar con alegría porque tenían una kombi parienta de nuestra Gardenia, y de paso nos dieron el dato de un buen mecánico en la próxima ciudad, Arica. Lo anotamos, aunque sin intenciones de usarlo. No sabíamos que algunos toques que habíamos hecho con otro amigo argentino habían dejado a Gardenia fuera de su punto, haciéndose notar en pleno desierto con una sed de nafta insaciable. Ansiábamos llegar a Arica para conocer al especialista, Eduardo, quien al contarle de nuestro proyecto, se sonrió y nos nombró inmediatamente al Comedor San Alberto Hurtado, o más conocido en el barrio como “Tía Petita”.

Nos encontramos con la primera heredera y fiel seguidora de los pasos de Petita, Verónica, una de sus hijas, quien con mucho gusto nos contó la historia de su madre y el Comedor. Una historia de generosidad sin límites, una Mujer con Mayúscula, sencilla y humilde, que teniendo 6 hijos y criando un séptimo, era una máquina de trabajar al servicio de los demás. Su gran fe movía montañas, y más de una vez, cuentan que, estando las cocineras preocupadas por no tener comida, Petita decía: “Enciendan los fondos (ollas), que algo va a llegar”, y así sucedía, las donaciones llegaban en el momento justo, cuando el agua ya estaba lista para recibir ese arroz, fideos o porotos. Sigue leyendo

Añatuya / Ayuda (parte 1)

Casi como un espejo, o capicúa:   “AÑ-ATUYA / AYUDA” : Linda casualidad… ¡Qué difícil resumir Añatuya, si todavía lo seguimos procesando! Impresionante lo que pasa ahí, en ese lugar polvoriento y caluroso por demás para los visitantes. Y no es un misterio, es puro coraje, voluntad y mucha ayuda de Arriba lo que moviliza a este ejército de héroes anónimos. Ellos realmente hacen lo que decía la gran Madre Teresa de “Amar hasta que duela”. Porque de verdad duele, hay realidades que duelen, y ellos dejan su propia realidad para sumergirse en la del otro y mejorarla.

Llegamos al Padre Cristian en Añatuya pensando en que nos cuente de alguna persona que ayude, y en un suspiro teníamos 9 (Nueve!) personas para conocer, un récord total para nosotros, que incrédulos pensábamos: “No puede ser que toda esta gente trabaje por Amor, seguramente después de conocerlos veremos que trabajan como cualquiera, rentados y con horarios.”  Uno a uno fueron no sólo probándonos lo contrario, sino también mostrándonos el Amor puesto en acción. Se ve que todavía nos cuesta cambiar mucho nuestra mirada. Sigue leyendo

La hormiga Reina


En las afueras de Chilecito, en el barrio-pueblo de San Miguel de 1100 habitantes, todos conocen a Reina porque es algo así como la madre de la comunidad. Ella conoce y se preocupa por todos, y con trabajo de hormiga logra todo lo que se propone. Desde que recuerda siempre lo hizo y lo seguirá haciendo; y con setenta y pocos años es una locomotora que vive al servicio de los demás. Conoce a todos, a todos pide ayuda, y gracias a eso, de a poquito y a pulmón, logró hacer realidad el Comedor, el Cementerio, la Capilla de San Miguel, la Biblioteca y tantas otras cosas.

Lo sorprendente fue que entramos al Comedor esperando encontrar a Reina y en su lugar vimos a 3 hombres cocinando y sirviendo la comida. Con un español bastante aceitado, Lorenz, de 18 años, nos explicó lo que hacían, mientras Bergde nos invitaba a comer unos ricos fideos con salsa y el irlandés Sean Paul intentaba entenderse con los chicos, pasaba algo como: “Piden sal, les dan más…”, le pedían sal y Sean Paul les servía tranquilamente más fideos pensando que era eso lo que pedían, ante las caras de asombro. A veces se olvidan que no entiende español, aunque se esfuerza y se divierte solucionando cualquier conflicto con una sonrisa. Sigue leyendo

Un Arco Iris de 12 colores

En Villa Atuel, a 60km de San Rafael, Mendoza, conocimos a la Asociación Civil Arco Iris, un grupo de 12 mujeres que se dedican a solucionar problemas ajenos. Empezaron algunas informalmente hace 4 años, reunidas por Elina en sus clases de gimnasia y consiguieron, aportando de sus bolsillos, organizando bingos y rifas a beneficio; los materiales para hacerle una casa nueva de material con electricidad a doña Ñata Uribe, de 76 años, porque literalmente el techo se le caía encima, y además, al no tener electricidad, su hija diabética de 32 había perdido la vista por no poder refrigerar la insulina. Sigue leyendo