Todo por sus viejitos

con doña Inesita en su patio paisa

En el lugar menos pensado de los andes colombianos, colonialmente turístico y pintoresco como pocos, no creímos que podíamos sorprendernos como lo hicimos. Generalmente los lugares que atraen tantos visitantes muestran una imagen de comunidad feliz, sin necesidades, ocultando quizás lo menos atractivo al forastero. A mi entender, existe siempre un “mundo paralelo” que se mueve por caminos e incluso horarios distintos; requiere cambiar nuestros hábitos, para poder cruzarlo por casualidad, si es que estamos abiertos a vivirlo.

Con el dato preciso de una señora con gran vocación de servicio, es que fuimos a buscar a doña Inesita, una mujer que, según nos habían dicho, trabaja mucho por la comunidad de Villa de Leyva. Preguntamos por ella en la “Casa del Abuelo”, pero le quitaron importancia a su ayuda. Había algo que no sonaba del todo bien, ya que teníamos entendido que ella misma había creado esa Casa para los ancianos del pueblo, moviendo cielo y tierra para construirlo. Nos fuimos un poco confundidos, resueltos a encontrarla, con tanta suerte que a la primera persona que le preguntamos, fue doña Herminda, quien nos llevó hasta su puerta, practicando de pasada el clásico “sumercé” (del antiguo «Su Merced») que tanto se usa en la región.

Mientras avanzamos, reafirmamos estar en el camino correcto, Doña Herminda, con la simpleza de sus largas trenzas oscuras con apenas algunas canas, hace una pausa en su paso para tomar aire y contestarnos que doña Inesita “es una bendición, un ángel caído del cielo para todos nosotros”. Empedrados del siglo XVI, faroles, puertas y ventanas coloniales adornadas con flores de colores son la base de este poblado; el cual a sus 2100 metros de altura parece no aplacar el paso de nuestra guía, aunque agita un poco nuestra respiración, y con la excusa de una pausa, nos detenemos a contemplar la puerta de una casa que parece escenario del cuento de Hansel y Gretel. Perdidos incluso con Herminda, tocamos varias puertas hasta que nos confirmaron que la que buscábamos era precisamente esa que nos había cautivado. Inesita nos recibe como si fuéramos sus amigos de siempre, y nos invita a pasar a su encantadora casa estilo “paisa”, en referencia a su pago de origen, Pereira, en la zona cafetera.

Su calidez y sencillez nos impactan, es muy fácil charlar con ella, explicarle lo que hacemos, y más fácil aún es que comprende nuestra locura, y sin dudarlo, instantáneamente pasa a formar parte de ella, compartiendo con nosotros sus vivencias. ¿Cómo entenderla a ella? A veces somos tan humanos que nos cuesta comprender que alguien se desviva por el otro, que pase sus 24 horas del día pensando cómo ayudarlo, como mejorar las condiciones en que vive, cuidarlo y hacerlo sentir querido. Para ella con sus 77 años es muy simple, nos recuerda que fueron sus “maravillosos padres” quienes les inculcaron una vida generosa y desprendida a ella y sus 9 hermanos. Prolijamente, todos los días al partir para la escuela, les daban 5 centavos para las “onces” (merienda de las 11am). Nos recalca: “De esos 5 centavos, 3 se gastaban para un helado, un caramelo y una guayaba, y los otros 2 los acumulábamos en una alcancía familiar para los sábados cuando visitábamos un Hogar de Ancianos.” Allí les leían algunos cuentos porque la gran mayoría de los abuelitos eran analfabetos; sus preferidos eran ‘Las mil y una noches’, y partes de la Biblia. Recuerda también que: “Muchas veces mi papá salía con un sweater y volvía sin nada, ¡Es que se lo terminaba regalando siempre a algún viejito!” Cuando fueron más grandes se mudaron a Bogotá, y nuestra Inesita ya sabía que algún día iba a crear una casa para viejitos. Así que a los 27, cuando su sacerdote amigo le dijo, “¿Por qué no hacemos una casa de adultos mayores?”, ella ya estaba cumpliendo su sueño. Mientras él consiguió la casa, ella fue juntando mantas, ropa, camas, etc. El recolectó cerca de 30 viejitos en la calle y así dieron por comenzado el Hogar. Inesita fue presurosa con otra señora a bañarlos, cortarles el pelo, darles ropa limpia, etc. Gracias a sus conocimientos de enfermería y fisioterapia, les hizo rehabilitación, y ahora pueden moverse por sí solos. La mayoría de ellos no tenían familia, entonces el Hogar se convirtió en su nueva casa, y su nueva vida. Ella nos reconoce: “Los niños son fáciles de ayudar, son más alegres y vivos, en cambio a los abuelitos no los ayuda nadie.”

Inesita viajó por todo el mundo, conoció todos los continentes, pero siempre, siempre, en esos lugares iba a conocer hogares de ancianos. En Bogotá dedicó 24 años a ese Hogar en el barrio Egipto, un sector muy humilde cerca de la Candelaria, el centro histórico. Siempre iba a pasear a Villa de Leyva, y soñaba con retirarse allí, aunque los alcaldes le decían no había necesidades en el pueblo. Pero ella veía más allá. Una vez que llegaron monjitas deseosas de hacerse cargo del Hogar de Bogotá, vio su oportunidad de empezar en este pueblito soñado. Logró que algunos hermanos, primos y hasta su novio de aquella época, se enamoraran del lugar y quisieran comprar una finca en conjunto. Ella siempre tuvo un sólo objetivo en mente: construir otro Hogar para Ancianos allí. A su novio, con ya más de 50 años, le deprimían los viejitos, así que no aceptó casarse con él aún con 7 años de noviazgo, ¡y siendo novios por tercera vez en sus vidas!

Ya pasaron 17 años desde que creó la Casa del Abuelo, en Villa de Leyva. En un mes consiguió el dinero para construir vendiendo parte de la finca; el alcalde le consiguió el terreno, y ella manejó el Hogar durante 8 años, les cocinaba, y los acompañaba, les realizaba fisioterapia y cuidados de enfermería. Empezaron con 50 abuelitos que iban a desayunar, y se quedaban hasta pasado el almuerzo. Con el tiempo se fue agregando apoyo a niños discapacitados y hoy son cada vez más abuelos, 70 u 80, por día, de los 250 anotados en total, que se van turnando. Es un hogar de paso, donde realizan actividades, billar, tejido, huerta, charlas, cartas, películas, ven médicos, etc, pero vuelven a sus casas después del almuerzo. Inesita ha sufrido las idas y venidas de los gobernantes de turno, negándole la entrada o invitándola a entrar. Igualmente ella tiene claro que lo importante es que ellos estén bien, y nadie la va a alejar de sus abuelitos, después de tanto sacrificio para conseguirlo.

En uno de esos cambios de alcaldía hace 10 años, se le prohibió la entrada al Hogar que con tanto amor había construido. Estaba desconsolada, porque “Me quitaron a mis abuelitos, ¡Imagínate!”, recuerda. En ese momento, el Padre Jose Arcesio, de la congregación de los Carmelitas Descalzos, le propone: “¿Y por qué no construimos “algo”? Hagamos una Fundación.” Dos días más tarde, habían comprado el lote, y empezaban a edificar con el nombre de: Fundación Santa Teresa de Ávila. Inesita le dijo: “Lo primero que necesitamos es la casa para los abuelitos, para que se queden a dormir, porque aquí se enferman mucho. Tiene que ser de caridad, que no tengan que pagar”. Entonces, los únicos ingresos semanales por el hospedaje de su cabaña, Inesita los usaba para pagar a los trabajadores semanalmente. Abrieron con 25 niños en una casita pequeñita, y en seguida después acabaron la casa de los abuelos, eran 12, recogidos de una necesidad terrible. Lo que empezó como “algo” ahora es una “Ciudad de Dios”, un paraíso para los desplazados, los olvidados, los relegados. Estos abuelitos ahora viven su vejez en un lugar limpio, acogedor, hermoso, moderno y accesible para sus movimientos lentos, rodeados de cuidados y de amor. Esta Ciudad está plagada de niños, abuelitos, y angelitos que van de aquí para allá ayudando, limpiando, acompañando, colaborando. Consiguieron una cooperativa que les dona la comida, tienen huerfanitos que viven allí bien cuidados y contenidos; una Guardería muy alegre para 30 niños de 0 a 2 y Jardín para 100 niños de 3 a 5 años, todos hijos de familias muy humildes que no tienen que pagar por ello. Es un Jardín muy profesionalizado y sobre todo muy alegre, con muchos muñecos y donaciones de Francia, (nos perdimos por poquito la carrera de caballos hechos con cabezas de jean y palos de escoba!) A su vez acogen por el momento a 2 familias desplazadas en el mismo predio, que tienen sus propias casitas. Generaron muchos trabajos y todos los que forman parte de esta Ciudad, realmente están construyendo un lugar “de Dios”, con cada actividad que hacen. También hay una casa de retiros o para huéspedes, con lo que reciben un pequeño ingreso, y otra pequeña casa donde viven 3 frailes carmelitas descalzos. Cuentan con Biblioteca, Museo, Capilla, una Gruta de la Virgen de Lourdes y habitaciones para las novicias de la congregación francesa que se acopló al lugar. Están construyendo la casa “El buen samaritano”, que consta de 2 salones de recuperación y fisioterapia para cuidar a los abuelitos que salen del hospital, asegurándose que reciban los cuidados necesarios antes de volver a su casa. Pensando en su segunda vejez -como le dice ella-, Inesita pensó en agregar un dormitorio para poder vivir ahí una vez que su hermana no esté más, entonces dejará su casa en alquiler, para poder ayudar a sus viejitos con esa renta.

Todos los que conocen a Inesita no tienen más que palabras bondadosas para describirla. Una voluntaria que se quedó a vivir en la Ciudad de Dios, nos contó de una vez que habían estado trabajando toda la mañana, y cuando terminaron, como premio para ambas, quiso invitarla a comer algo rico. Inesita sin dudarlo le dijo: “Me parece mejor que vengas a comer a casa y con ese dinero les compramos comida para los abuelitos en el mercado.” Un breve ejemplo de cómo es ella, como piensa a cada minuto en los demás, haciéndose a un lado. Don Antonio la conoce también de cerca, es el tesorero de la Fundación, un hombre muy generoso, otro gran benefactor de la obra, la describe como una fanática de los abuelitos, que los busca por todos lados, incluso conoce donde viven en Cañuela, su pueblo, donde ni él mismo sabía y da todo, todo por ellos. Elena, la fotógrafa oficial, nos cuenta: “La conocí cuando justo había tenido la decepción del alejamiento de la Casa del abuelo, y no entendía como podía estar triste ¡si ya no tenía q ocuparse de los viejitos!”. Luego, al conocerla mejor, entendió que ella siente “un amor extraordinario por las personas que van llegando a la madurez, es como una necesidad que tiene de proteger absolutamente a todos los viejitos que ve. Va por todos los pueblos y se los trae, los rescata. Incluso una vez sacó a un viejito de un sótano, lo tenían como un animalito. Peleó con los familiares y se lo trajo para aquí. Está obsesionada x los viejitos. ¡Yo creo que no se casó nunca porque siempre estuvo enamorada de los viejitos!”. (Inesita nos cuenta que tuvo muchos novios, ¡Incluyendo 3 propuestas de matrimonio! Pero realmente a ninguno de ellos le gustaba que ella trabaje con los viejitos, ¡Hasta le ofrecían dinero para que deje de hacerlo! Por supuesto, ella siempre se negó a abandonar a sus abuelitos.)

Su día parece tener unas ochocientas horas, porque se levanta a las 4 de la madrugada para tener tiempo de realizar sus “oficios” o quehaceres domésticos, cose, remienda, teje, se toma un tinto (café colombiano puro, dulce, fuerte, y con limón) y parte para su Misa de 7. Vuelve a su casa para un segundo desayuno, esta vez sólido, y parte caminando dos kilómetros por caminos de piedra y barro, hasta la Ciudad de Dios. Es chiquitita, pero tiene mucha energía. Regresa en bus justo a tiempo para ayudar en la Casa del Abuelo con el almuerzo, (una pequeña excusa para ver a sus viejitos aunque sea un rato), ya que el Municipio ahora se hace cargo de la Casa y sus horarios le fueron recortados. Por la tarde visita a sus otros abuelitos necesitados que están en el Hogar de San José, donde logró que en este establecimiento de buen nivel haya 5 camas reservadas para atenderlos sin costo alguno. De camino nomás, pasa por el Hospital “Los hospitales me fas-ci-nan”- ya que sus entrañas de enfermera se lo reclaman, colaborando en lo que haga falta con sus abuelitos de allí. Todo esto está condicionado en estos momentos al cuidado de su hermana Leonor, quien vive con ella y batalla con un cáncer fulminante desde hace muchos años.

El trabajo de Inesita ya acumula más de 50 años al servicio de los más viejitos, y se ve en todas las escalas, los domingos a la salida de Misa, venden empanadas para juntar fondos para la Ciudad de Dios. Para poder llegar a ese horario, el Padre Jorge empieza a cocinar a las 5 de la madrugada del domingo, y ella lo acompaña. Ni hablar de las horas que se pasa tejiendo, cosiendo y remendando ropa; algunas se venden también para juntar dinero para el Hogar, y otras las remienda para los mismos viejitos, no descansa ni un segundo. Pero, ¿De dónde saca la fuerza esta mujer? Ella misma intenta explicarnos: “Es que eso es una cosa que a uno lo motiva tanto, y es tanto el cariño que uno recibe de ellos, el agradecimiento, y tantas otras cosas, que es eso lo que lo va motivando a uno.” Hay dos parroquias que dejan un canasto en la puerta para juntar comida; con esos víveres, ella y el Padre Jorge arman cerca de 30 bolsas, buscan alguien que los lleve, y se van a repartirlas a los viejitos que viven en los cerros, mientras charlan, se acompañan o se confiesan. Son muchos esos actos de simpleza y humildad, sin buscar reconocimiento alguno más que la satisfacción de hacer que un abuelito más se encuentre cuidado y acompañado.

Tuvimos la suerte de conocer la Ciudad de Dios en su aniversario número 10. ¿Coincidencia? La conocimos a Inesita el dia anterior, y se preparaba ansiosa para ese dia tan especial. Resultó ser como una especie de hormiguero de gente buena, simple, generosa y alegre por todas partes. Parecía un cuento. Los abuelitos estaban felices, los niños corrían por todos lados, y las Hermanitas con hábitos de distintos colores pasaban de lado a lado trabajando, recién llegadas de todos los puntos de Colombia, de las diferentes Ciudades de Dios. También los frailes, eran más de 15, y mientras algunos nos mostraban el lugar, otros preparaban las sillas, o coordinaban reuniones. Es que ésta fue la primera Ciudad de Dios, y ahora ya se multiplicaron, y son 10 en estos 10 años. El equipo se completa con el Padrecito José Arsecio de la orden de los carmelitas descalzos, creador y gestor de la Ciudad de Dios, y quien ahora lleva adelante este gran proyecto. Es un gran grupo de corazones gigantes como el de Inesita, que pelean por un mejor presente para muchos colombianos. Nos fuimos con el corazón hinchado dealegría al ver tantas almas generosas que se desviven por los demás.

las abuelitas

la puerta de la casa de Inesitaentrada a la Ciudad de Dios

el monasterio en la C. de Dios la Ciudad de Dios festejando sus 10 años las Hermanitas conociendo nuestra casa con la Hermanita Evalina de la Ciudad de Dios de Sonson Carmelitas descalzos Villa de Leyva los caballos de jean de carrera! llegando con Inesita

24 comentarios en “Todo por sus viejitos

  1. Pingback: Recalculando… | COMPARTIENDO AMERICA

  2. Pingback: Los Caminos de la Vida | COMPARTIENDO AMERICA

  3. Que bonita historia Mechi y Diego. Increible que descubran esos heroes como Doña Inesita. Los acompañare en todo su viaje me parece lo maximooooooo

      • Menos mal hasta hoy veo su comentario porque con mi poder de mando hubiese hecho algunos ajustes para prohibir su entrada a «mi»vecindad, puedo hacer muy bien mi papel de bruja del 71 jajaja. Los vamos a extrañar!!!! Atte MargariTamayo

  4. Hola Diego!!!!!!!!!!!! soy Marcelo Benitez del taller de Amenabar 111, trabajo con tu primo Lucas, te di una mano en colocar algunas cosas en la camioneta Volkswagen y te recomende que vayas en burro a embarcarte en semejante empresa de viajar por America.
    Espero que la esten pasando requetebien , y conta algo de tus peripecias con la chata…………
    saludos

    • jajaja hola Marcelo, que grande por supuesto que me acuerdo de vos y tus consejos !! mira, la chata nos abrió un montón de puertas, si bien hay que hacerle mantenimiento bastante seguido.. hay que estarle encima pero anda bien, obviamente que ser rompieron varias cosas por el viaje.. pero ahi seguimos !!! cada día mas enamorado de la camioneta a la vuelta le hago un museo!! un gran abrazo gracias por acompañarnos en el viaje !!

  5. Increíble chicos! muy bueno el testimonio de Doña Inesita!! me encantó! ojalá sigan encontrando muchos ejemplos de vida más en el camino!! Les mando un beso enorme a los dos!!

  6. Queridos Mechi y Diego! Que lindo recorrer el mundo encontrando gente llena de amor para regalar. Gracias por compartir esta etapa con nosotros. Cairnos. Machi, Esteban y los chicos

Replica a Compartiendo America Cancelar la respuesta