Sorteando obstáculos

con Maritza y Franklin

Cualquiera diría que se llevan el mundo por delante porque nada ni nadie pudo frenarlos en su misión de ayudar a los demás. Ni siquiera demorarlos. A Maritza y Franklin la muerte les golpeó duro llevándose repentinamente a su hijo de 16 años en el año 95, y tres meses después terminó llevándose también a su hijita de 2 años luego de un devastador cáncer. Uno pensaría que su vida estaba terminada, que el dolor los sobrepasaría; pero fue todo ésto lo que en realidad les dio un empujón hacia un nuevo rumbo. Casi como corriendo una carrera de obstáculos, sorteando éstos y los nuevos que aparecen, ellos siguen camino firmemente, luego de un cáncer pasajero y una degeneración macular en Franklin que ya le hizo perder la vista completamente; se toman las cosas con humor y las pelean con amor. Disfrutan de los 3 hijos que les quedan, aprovechan el tiempo juntos y se entregan ayudando a los enfermos de escasos recursos de su comunidad. 

Es asombroso cómo a nosotros se nos va marcando el camino como si Alguien nos llevara de la mano y además nos quisiera resaltar algo especial. Una “coincidencia” nos llevó hasta nuestra heroína, ya que estábamos esperando largo rato frente a la casa de una señora que entrevistaríamos, cuando una vecina nos comentó de Maritza, diciendo que no podíamos irnos sin conocerla. Allí fuimos, en seguida nos abrió las puertas de su casa;  antes de poder entender qué hacíamos ahí, ya nos había abierto su corazón de par en par y estábamos en su garaje flotando en las típicas y comodísimas mecedoras ticas hechas con hilo de goma entrelazado.

Maritza y Franklin viven en Liberia, al norte de Costa Rica, desde siempre. Ella quedó huérfana cuando era muy pequeña, y eso le desarrolló una capacidad especial para encontrar y asistir a quienes están solos y necesitan ayuda. Están juntos desde muy jóvenes, siendo Franklin diez años mayor que ella; un hombre buenmozo, cuya simpleza y alegría se transparentan en su mirada y su pacífica sonrisa. Compartiendo profesión criaron 5 hijos; él es maestro corriente y ella es maestra de niños especiales. Ella es un torbellino, hace de todo, y le hace frente a todo, con un coraje inagotable pero con una dulce calidez, complementándose con su fiel compañero que no la deja ni a sol ni a sombra.

Recordando el dolor por la muerte de su hijita, Maritza nos confiesa: “Yo sentí que Dios me dijo: ‘Vivencialo vos misma para poder ayudar a otros.’ Yo había recibido tanto apoyo de muchas otras personas que nos acompañaron en el recorrido, que con eso entendí lo importante que era la compañía, el apoyo. Tuvimos que pasar una experiencia muy fuerte, fue muy duro; pero esos son los designios de Dios, El ya tiene planeado el día y la hora. El con 16 años ya había cumplido todos sus proyectos; y la pequeña fue un regalo del cielo, para que la disfrutáramos; fue un ángel que Dios nos dio para que viéramos el cielo por un tiempito. Claro que con tanto dolor crecimos emocionalmente, espiritualmente, como pareja, y como familia.” Si bien fueron momentos de profundo sufrimiento, su esperanza y entrega fueron mucho más grandes, tranquilos de que ellos están esperándolos Arriba. En aquel momento, ya retirados de sus profesiones, con 42 y 52 años, salieron a buscar enfermos terminales que no tuvieran recursos para costear los gastos correspondientes, ayudando a sus familias con el manejo y cuidados especiales ya que conocían bien los requerimientos de un paciente oncológico. Aunque fuera poco, les llevaban almohadones, cambiaban colchones, e incluso los apoyaban espiritual y emocionalmente. Una vez que consiguieron a un médico que llegó a Liberia con muchas ganas de servir, que amaba su profesión y que se comprometió con la causa dedicándoles 2 horas diarias, empezaron a avanzar a pasos de gigante, y organizándose, conformaron la ‘Asociación Pro Clínica del Dolor y Cuidados Paliativos Chorotega’, uniendo grupos de acción social y voluntarios. “La gente es muy solidaria aquí, todo comenzó aquí en mi garaje, teníamos camas, tubos de oxigeno, sillas de ruedas, etc. Pero de a poco se nos hizo pequeñito, y alquilamos una casita con la ayuda de las donaciones que nos dan. También se captan algunos recursos de la corte que aportan a la Asociación.”

Lo que empezó como una ayuda espontánea a los pacientes con cáncer de escasos recursos, se convirtió hoy en un equipo profesional que ayuda en las gestiones y visitas médicas, facilitando medicamentos y pañales, prestando camas ortopédicas, grúas para levantar pacientes, sillas de ruedas, andadores y tubos de oxígeno; además de apoyar psicológica y moralmente a sus pacientes, guiándolos en el tratamiento del dolor crónico y en los cuidados paliativos. Desarrollaron sistemas para conseguir benefactores que les aportaran fondos mensualmente y organizan sorteos, rifas, ventas de ropa y comida, lo que sea que les pueda ayudar a juntar dinero. Maritza misma va a las Universidades promocionando la ‘Campaña del Pañal’, juntando donaciones de los estudiantes, involucrándolos en la ayuda solidaria con pequeños bonos voluntarios que luego se convierten en pañales para adultos. Todos ganan, a veces necesitamos que nos involucren, que nos vengan a buscar y nos cacheteen con la realidad para que extendamos la mano, aunque más no sea para buscar una moneda en el bolsillo.

Nosotros estamos nuevamente frente a estas personas que se dedican a brindarle un final digno a las vidas de muchas personas, es como si alguien nos estuviera subrayando este tema, llamándonos la atención. Y lo que ya nos había movilizado y admirado en nuestro artículo anterior ‘Con las manos bien abiertas’, hoy se nos repite con otras caras y nos acerca a la realidad de tantos pacientes en estados extremos. ¡Son tantas las veces que los tenemos cerca y no los vemos! Como nos subraya Maritza: “Si uno no conoce su ambiente, no conoce a sus vecinos, no entiende que les pasa, no se estira hasta el otro, no logramos nada. Aquí todavía en estos barrios somos familia, conocemos al señor de al lado, sabemos que sufre Alzheimer y que puede perderse en la calle. Sin ir más lejos, todos tenemos algún anciano en la familia que está en fase terminal. Uno quisiera que hubiera más gente comprometida, pero es un reto…Maritza reconoce que su debilidad siempre fueron los enfermos terminales, quería encontrarlos donde quiera que estuvieran, para poder ayudarlos con materiales y brindarles el ansiado apoyo psicológico y espiritual para poder irse en paz.

Maritza enfrenta todo con una sonrisa y pícaramente le pide a Franklin que con sus 71 años y habiendo perdido la vista por completo nos saque una foto de nosotros 3; y ambos se ríen. Solamente con fe podes enfrentar las situaciones difíciles de la vida, y sortear con alegría los obstáculos; porque si a todo le encontrás el lado malo, se hace imposible; pero en cambio si le encontrás el lado positivo, eso ayuda, hay que ver que se rescata. Y nosotros, de todo esto, rescatamos una familia unida. El dolor lo une a uno. Además, mis hijos necesitan una mamá cuerda, ¡Que sonría! Yo les digo a los papás que disfruten a los hijos, que dejen de pelearse, de querer que sean perfectos. Todo tiene un balance, uno tiene que aprender a disfrutar a los hijos, cada uno individual y distinto del otro. La gente a veces cree que no nos duele, pero la pérdida de un hijo, hace que la sonrisa se vaya con ellos, es un dolor impresionante.”

Al principio además de tocar puerta por puerta, les pedían a los médicos que les dieran la dirección de los enfermos terminales: “Entonces íbamos a la casa, cuidábamos al paciente y dábamos apoyo espiritual y emocional a la familia completa respetando su credo religioso.” Hoy hacen lo mismo, más organizadamente. “Los doctores nos derivan pacientes con dolor crónico, cáncer, enfermedades terminales de riñón y cardiopatías. Buscamos que el paciente tenga calidad de vida en el tiempo que le queda. Si el Estado no les cubre el medicamento, la Asociación se lo compra. El doctor nos dice si el paciente necesita una cama, un tanque de oxígeno, un colchón anti úlceras, andaderas, silla o grúa. Se le presta a la familia sin ningún costo lo que necesite con un contrato, y se programan visitas de un doctor y una enfermera. Si no tiene suficientes personas que lo cuiden, le mandamos voluntarias. En su casa se le da apoyo emocional, espiritual, musicoterapia, consuelo; intentamos que la familia descanse un poco. Cuando fallece el paciente, nos devuelven la cama o lo que le hayamos prestado, y así van rotando. Tenemos 100 elementos prestados ahora por ejemplo, todo comprado con donaciones, actividades, haciendo colectas especiales. Recuerdo que la primera viejita que visitamos con cáncer, tenía 7 hijos varones que no la sabían cuidar. Sus almohadas eran las piernas de los jeans viejos rellenos y estaba acostada sobre una tabla, entonces vine corriendo a mi casa a buscar colchonetas y almohadones. La acompañamos hasta que la enterramos, y ahí vimos la necesidad que se vive alrededor. Hemos logrado mucho, y ahora soñamos en grande, queremos comprar una Clínica, con todo adentro para poder dar más ayuda a tantos que hoy no llegamos.”

Es muy fácil encariñarse con Maritza y Franklin, ambos son tan amigables y abrazables, que cuesta dejarlos. Compartimos varias comidas con ellos, un Santo Rosario en comunidad y dos visitas a enfermos terminales. Se respiraba en el aire la paz que trae Maritza a las casas. Es muy duro saber que les queda poco tiempo de vida, pero enfrentar la realidad de que podemos hacer algo hacer lograr hacer de ese camino un recorrido agradable y en paz hacia un final feliz, es mucho más desafiante, sin importar cuántos obstáculos se interpongan en el camino.

Le preguntamos varias veces a Maritza de dónde saca la fuerza para enfrentar todo y se ríe: “Pídele a Dios todos los días que te dé fuerza, energía, sabiduría y entendimiento para poder entender todo lo que nos pasa.” Simple y directo, aún con tantos golpes encima: Eso es FE. Con esa misma convicción mezclada con alegría es cómo mueven los corazones de su comunidad, ayudando silenciosamente a sus enfermos.

con doña Margarita, Mercedes y Maritza, y la Virgen Niña de Colombia En la casita de la Asociacion Comiendo en la casa de Maritza, arroz, frijoles, huevo y cuadrado Santo Rosario en la Capilla de la Inmaculada

12 comentarios en “Sorteando obstáculos

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  2. Aun aqui, en la isla Reunion, en el Oceano Indigo, no pasa mucho tiempo sin que yo hable de su experiencia, animo y fe en Dios. Me impresionan mucho su ejemplo y nunca les olvido cuando tengo miedo perder a un ser querido ! Entonces pienso que Dios puede consolar los corazones y asi mi corazon se llena de paz ! Muchisimas gracias a David que me permitio conocer a sus padres. Un fuerte abrazo a toda la familia de parte de una amiga que vive demasiado lejos !
    Fabiana

  3. Gracias Mercedes y Diego aquí en Costa Rica los esperamos para que se vengan a comer una rica tortilla con queso fueron días muy agradable continúen con ese hermosa misión

  4. Sin dudas que a Uds Dios los lleva de la mano por el camino que van. Y la prueba más grande va a ser cuando en el futuro a su vuelta, puedan compartir su testimonio con toda la sociedad. Un abrazo grande a los dos…

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