Hamacando Sonrisas

GRACIAS Tio Antonio

¡Qué fácil es pedir un café! En Buenos Aires hacemos el típico gesto del índice y pulgar juntos al mozo o camarero y según cuan separados estén esos dedos, sabrá si es un cafecito o un café grande. Aquí en el “Café de las Sonrisasen Granada, Nicaragua  también pedimos un café así, aunque si lo quisiéramos con leche, haríamos el gesto de ordeñar una vaca. Sería divertido probar esa mímica en la cafetería de la esquina, ¿no? En este oasis, nuestras palabras no cuentan y nos sentimos felizmente inútiles ante el deseo de un simple café con leche. Claro que podríamos señalarlo en el menú, pero aprender a decirlo con señas es toda una aventura. Rodolfo, Irma y Douglas, los encargados de atender las mesas, se divierten porque ya superaron la etapa del terror inicial; ahora nos entienden con tan sólo una mirada y esperan con paciencia a que terminemos torpemente el ‘Gracias’ que repetimos sin cesar. Seguramente lucimos desesperados al no saber cómo comunicarnos.

El ‘Tío Antonio’, como lo llaman, es el creador del Café de las Sonrisas y el Taller de Hamacas. También es el padre adoptivo de 9 jóvenes nicaragüenses con diferentes tipos de discapacidades. Es un chef valenciano con mucha personalidad, a veces un poco ‘mal llevado’ en el buen sentido, dice las cosas exactamente como las piensa, rápidamente y sin pelos en la lengua. «Lo normal sería contar que un sentimiento me llevó a hacer todo esto y que vine preparado para actuar; que un día mandé todo al carajo porque ante la visión de la injusticia no pude apartar la mirada y cambié de vida; pero la realidad es que todo se debe a una tormenta, así de simple y así de complicado.” Llegó a Centro América hace 8 años, buscando abrir un restaurant en un lugar turístico, pero los caminos de la vida lo llevaron misteriosamente a Nicaragua donde se enamoró instantáneamente de la pintoresca ciudad de Granada, recordándole su infancia en España.

Justo antes de instalarse allí, quiso conocer Guatemala, pero nunca llegó; esta ‘tormenta’ lo retuvo unos días en la casa de una familia de bajos recursos donde comenzó a vivir el otro lado de una realidad ‘nica’ en la peor casa y cama de su vida. La tormenta era nada menos que el terrible huracán Esther, que azotó inagotable a la zona durante 9 días. Al segundo día ya no había nada que comer y las carreteras estaban inundadas, así que usando sus ahorros tuvo que rebuscárselas, comprando un pollo raquítico de un vecino, cazándolo a limonazos. Con los días se iban juntando los niños esperando, por supuesto, que el chef les cocine, y ansiosos, lo despertaban a las 4 de la mañana preguntando por el desayuno. “Me quedé 37 días que me cambiaron la vida, mi orden de necesidades dio un giro de 180 grados y tomé dos decisiones: vivir en Nicaragua y ayudar a unos chavalos cuyo único pecado era ser pobres. Cano, el hijo de 13 años de la familia que lo hospedaba, era apodado: ‘la loca’, y extrañamente en vez de esconderse como solía hacerlo, se convirtió en la sombra de Antonio. “Nuestro nexo era la comida, le gustaba comer y verme cocinar”. Con la certeza de que ese niño no estaba loco y con el permiso de sus padres, lo llevó a Managua para realizar un diagnóstico correcto y descubrieron que el único problema del niño era que tenía sólo un 10% de audición. Con sus ahorros comenzó por comprarle los audífonos que requería y de a poco con la ayuda de la lengua de señas que Antonio aprendía en internet y el intensivo entrenamiento recibido por los logopedas, comenzó a comunicarse con los demás. Y así, Cano fue el primero de sus 9 hijos.

Antonio empezó a hundirse cada vez más en la realidad nicaragüense, mimetizándose con ella, trabajando con la profesora de Educación Especial y conociendo la realidad del barrio y de otros niños con deficiencias auditivas. “Y algo empezó a cambiar en mí. ¡Se me desmontó el mundo! Yo en mi casa tenía 7 televisores –hasta en el baño–, y cambiaba las computadoras cada 6 meses. De golpe estaba viviendo en un lugar que no había luz y agua; volví a sentir cosas que no sentía desde que era niño, me di cuenta de que era esclavo de muchas cosas, y lo extraño es que: ¡Tenía más calidad de vida en una porquería de colchón que en mi casa de España! Todo esto me desmontó la vida por completo. Ocurrió que a los 3 meses no tenía restaurante, pero cocinaba para 100 niños. Mi objetivo seguía siendo cambiarle la vida a este chaval, Cano, y detrás de él vinieron muchos más. Me gusta decir que provoqué un incendio, lo apagué con gasolina y el mismo fuego me fue empujando; aunque hubiera querido parar, no podía. A la primera etapa la llamo: Madre Teresa de Calcuta, yo he llegado a no consumir en un bar, porque me sabía mal el dinero que me iba a gastar; o ir a comprarme un par de chinelas y acabar cosiéndolas en el mercado. Pero no se puede pasar del blanco al negro en un día, el gris es un color precioso, tiene muchos matices, es una transformación preciosa,” nos recalca con su marcado acento español.

El Tío Antonio nunca se imaginó esta vida; “Yo lo máximo que había hecho era ser socio de amnistía internacional! Soy una persona comprometida, pero no, nada de esto estaba planeado!” Siendo un Chef de Manhattan, hace 8 años con sus ahorros y sus 41 años voló hacia Centro América terminando, irónicamente, en una ciudad con huellas españolas. Tan vertiginoso se convirtió su camino en este continente, que de a poco se esfumaron sus ahorros, las pocas habitaciones que alquilaba ya no eran rentables y había invertido mucho en el Taller y los colegios de varios niños a los que ayudaba. Los números no cerraban, debía mucho dinero de leche, pañales, medicinas y comida en varios negocios. En pocas horas, luego de un pedido de ayuda cibernético a su familia y amigos poniéndolos al corriente de su situación, le enviaron por Western Union unos tres mil Euros. Los que somos dadores, no sabemos pedir. A mí una vez unos turistas me dieron 5 dólares, y yo no sabía que hacer! Puse un buzón porque no quería que me den dinero a mí.” Aquel fue el principio de la ONG española Tío Antonio, que hoy sigue apoyando la inclusión laboral de tantos jóvenes.

Con la llegada de sus hijos, su sueño de un restaurant en el Caribe quedó en el olvido para convertirse en una acción concreta de darles a estos jóvenes un lugar en la misma sociedad que los relegaba a los rincones de sus casas. Comenzó por ayudarlos económicamente a costear sus estudios, pero al terminarlos nadie quería emplearlos. Ideó un Taller de Hamacas, ante la mirada inaudita de quienes le decían que su idea era descabellada porque: “Las hamacas son de Masaya, ¿Cómo se te ocurre hacerlas en Granada? ¡No va a funcionar!” Las hamacas son muy populares en Nicaragua, y Antonio se encargó de traer a alguien que les enseñara y así empezar a hacerlas profesionalmente. La discapacidad auditiva de los jóvenes no aplacó de ninguna manera sus ganas de aprender y trabajar dignamente. Así empezó el Taller de Hamacas artesanales, al que poco a poco se fueron incorporando otros jóvenes, logrando entre todos hacer hamacas de muy buena calidad. Hoy el taller emplea alrededor de 20 jóvenes con dificultades auditivas, visuales, mentales, etc., siendo la única condición a cambio que asistan al colegio, lo que permite que roten los horarios. Antonio reconoce que cuando le dijeron que Jimmy, un joven no vidente, quería trabajar en el Taller de Hamacas, él dijo en un español encabronado: “Cojones, ¿¡Cómo va a hacer un ciego hamacas?!”, pensando que alguien quería tomarle el pelo. Claro que en poco tiempo fue víctima de sus propias palabras, disculpándose sinceramente ante él en una cena homenaje por lo que había pensado aquella vez. Fue Justamente Jimmy quien le hizo una hamaca especial al Papa Francisco y por la cual recibieron recientemente un reconocimiento.

Después del Taller de Hamacas, Antonio creó el Café de las Sonrisas, llevado adelante únicamente por jóvenes con hipoacusia, para invitar a los visitantes a introducirse por un rato en este mundo del silencio. “El Café nació porque me pregunté por qué no contrataban a estos chicos, y dije, ¡Faltan ejemplos! Yo necesito que la persona que sale de aquí salga con el estomago y el alma llena; tienes que salir con un concepto totalmente diferente de la discapacidad. Esto puede ser mucho más rentable, pero yo tendría que meterme a ayudar cuando haya más gente, y se rompería la magia. De esta forma pueden interactuar con los clientes, intercambiando señas, compartiendo su mundo.” Siempre recuerdan los nervios vividos antes de comenzar, el terror que tenían de tener que comunicarse con los clientes, para lo cual idearon una carta muy didáctica y simple para facilitar la interacción. Y desde aquel día cambiaron sus vidas, dándoles la seguridad y convencimiento de que pueden integrarse y manejarse con soltura en ese mundo en el que se sentían ajenos. Su terror se transformó en una energía que los empuja hacia un futuro lleno de posibilidades, un trabajo digno y un proyecto de vida; hoy el tema de conversación es el casamiento de Irma y Douglas, 2 de los camareros en Diciembre. Hoy el Café hoy logra auto sustentarse, siendo el momento justo para que el Tío Antonio decida hacerlos dueños a los 7 jóvenes en Enero del 2014.

A este valenciano que lucha incansablemente por los derechos de los discapacitados le cuesta mucho hacerle entender al mundo que este Café no es un negocio, sino una salida laboral para muchos jóvenes desplazados, demostrándonos a todos que ellos pueden ser empleados en cualquier comercio. Incluso les dice a los hoteleros: “Es el mejor empleado que podrías tener, ¡No se pasa toda la mañana charlando y chusmeando en los pasillos! Mi teoría es que si al menos 10 mil personas saben de la existencia de este Café al año, habrá al menos unos 100 empresarios dentro de este grupo; si ellos se llevan un impacto positivo del trabajo que estos chicos hacen, es probable que cuando tengan que contratar personal se planteen la posibilidad de darle empleo a un ciego, a un sordomudo o una persona con otro tipo de discapacidad. Pero aun así, no consigue que otros los contraten, entonces sigue creando empleos para dar más ejemplos: ahora está precisamente cocinando la idea de una Panadería manejada por discapacitados.

Sorprende que incluso todavía algunos crean que lo hace para acuñar fortuna; “La gente se cree que soy un gringo millonario loco.” ¡Si supieran que tiene un sueldo mucho menor que un sueldo mínimo, que se desvanecen en sus vicios: cigarrillos para él y caramelos para sus nietos! Ayuda a varias escuelas de bajos recursos e incluso para su propio cumpleaños hace un gran festejo en una de ellas y en vez de recibir, reparte regalos para todos los niños. Una vez al mes cocinan cientos de platos de comida para llevarlos al basurero de Granada y repartirlos entre las familias que viven ahí. Solo tiene una camisa para cuando tiene una reunión importante o algún reportaje, y confiesa: “No necesito nada, no hay nada que quiera comprarme o que necesite.” A su vez tiene 9 hijos por mantener, y aunque algunos ya están casados, todos viven en la gran casa donde está el Café. ¡Son 16 todos los días en cada comida, junto con hijos, nietos y nueras! Está muy lejos de hacer de todo esto un gran negocio para su bolsillo.

Casi a la misma velocidad que habla, prende un cigarrillo y le renuevan la taza de café que está por acabarse. Dice lo que piensa, y su voz reclamando trabajo y dignidad para los discapacitados se hace escuchar sin titubeos en las pocas convenciones que acude en la ciudad de Granada. Duele mucho escuchar que con un año y medio del Café y cinco del Taller de Hamacas no haya aumentado la oferta laboral para tantos jóvenes con cualidades y ganas de trabajar. Es una semillita que lleva su tiempo en crecer, pero mientras, hay muchos jóvenes que se pierden la posibilidad, o se pierden en los caminos de la vida por la falta de esa mano que los invita a trabajar dignamente. Cuenta Antonio que son muchas las madres que al llevar a sus hijos para ver si pueden trabajar allí, preguntan cuánto tienen que pagar, y al Tío le cuesta mucho hacerles entender que: ¡Es él quien les va a pagar para que trabajen! Lloran, sin entender como alguien puede darles una ocupación y pagarles. Y no se detiene, no se rinde, como su ídolo Bruce Springsteen en “No surrender”, no rendirse, no retirarse; y así es, con todo lo que tiene dando vueltas, va por más. En Enero ya estará abierta la Panadería y Pastelería, también manejada completamente por jóvenes con alguna discapacidad, para seguir dándonos ejemplos y continuar esparciendo la interacción de estos jóvenes con la sociedad que tiende a apartarlos.

Como nosotros, al Café de las Sonrisas llega gente de todo el mundo, conmovidos e intrigados por ‘vivir una experiencia’ como dice Antonio. El es el primer espectador desde su estratégica ubicación de la oficina balconeando el salón, y sabe perfectamente que pidió cada cliente y cuanto le gustó la comida por la limpieza del plato devuelto. Nos cuenta de las muchas veces que ve clientes emocionarse y llorar. Los que forman parte desde siempre de ese mundo de silencio se sienten en su propia casa; una mujer le dijo llorando una vez: “Es en el único lugar después de mi hogar, donde me sentí en un ambiente no hostil.”

Tenemos fe que esta generación de jóvenes irá esparciendo sus sonrisas, hamacas y panes por Granada, cambiándola a base de silencio y ejemplos. “No hay lenguaje más universal que el de una sonrisa”, nos recalca, y es que ‘ella’ es el común denominador del Café; además de las espontáneas de los camareros y clientes, están las fotos de las sonrisas de todos los trabajadores que asoman colgadas de las ramas de las plantas, moviéndose con la brisa del patio colonial. A veces suena Joaquín Sabina rompe el silencio en los parlantes, recordándole a Antonio sus raíces. A su vez en el Taller, se mezclan las risas de algunos con los movimientos de otros alrededor de las estructuras amuradas para el armado de hamacas, en un laberinto de franjas de colores. Cada uno con sus capacidades al máximo disfruta lo que puede percibir en el ambiente: algunos los colores, otros la música, el aire en movimiento, una fragancia, una palmada en el hombro…

con Rodolfo, Irma y Douglas

aprendiendo señas

foto web tio antonio3 Tejiendo hamacas con bolsas plásticas + Sonrisas Tejiendo la Remera de Nicaragua con bolsas plasticas Colores, olores, movimientos.. Jimmy y otros tejiendo hamacas Retoques de bordes coloridostejedores de sonrisas

 

5 comentarios en “Hamacando Sonrisas

  1. Pingback: 小確幸之外,我們還能做什麼?讓一杯咖啡,縫合社會的距離 - 第三媒體

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  3. Impresionante historia…… loable labor de alguien que solamente se le puede calificar como un dador de amor… dador de oportunidades… en estos tiempos de desconfianza entre los seres humanos… este trabajo tenaz es una muestra de la confianza y la fe que se tiene en los proyectos que uno emprende…… Felicidades
    Tio Antonio …

  4. Muy interesante su misión he visto su vehículo acá en León Nicaragua y decidí ver el sitio web. Espero que en mi ciudad también encuentren a esas personas que cambian de a poquito el mundo.

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