Hamacando Sonrisas

GRACIAS Tio Antonio

¡Qué fácil es pedir un café! En Buenos Aires hacemos el típico gesto del índice y pulgar juntos al mozo o camarero y según cuan separados estén esos dedos, sabrá si es un cafecito o un café grande. Aquí en el “Café de las Sonrisasen Granada, Nicaragua  también pedimos un café así, aunque si lo quisiéramos con leche, haríamos el gesto de ordeñar una vaca. Sería divertido probar esa mímica en la cafetería de la esquina, ¿no? En este oasis, nuestras palabras no cuentan y nos sentimos felizmente inútiles ante el deseo de un simple café con leche. Claro que podríamos señalarlo en el menú, pero aprender a decirlo con señas es toda una aventura. Rodolfo, Irma y Douglas, los encargados de atender las mesas, se divierten porque ya superaron la etapa del terror inicial; ahora nos entienden con tan sólo una mirada y esperan con paciencia a que terminemos torpemente el ‘Gracias’ que repetimos sin cesar. Seguramente lucimos desesperados al no saber cómo comunicarnos. Sigue leyendo

“Mi Caleta de Tareas”

Estrategas...

No es fácil encontrar el momento y el lugar correcto para sentarse a hacer la tarea, aunque tengamos el escritorio más cómodo del mundo. Para quienes no lo tienen, resulta aún más complicado. A Cristina y a Brian les daba lo mismo apoyar el cuaderno sobre el suelo sucio, que sobre una montaña de papas o yucas; Karla no podía concentrarse porque siempre había habas por pelar o maíz por desgranar. Karen simplemente quería correr y jugar, olvidando su mochila bien al fondo bajo la mesa de las verduras. En el ajetreo del mercado local de Cuenca, Ecuador, entre puestos de frutas, verduras, arroces, jugos y curanderos, muchos niños intentaban encontrar el momento para hacer la tarea, si es que lo lograban.

Jaime Jiménez, nuestro héroe de tan solo 28 años, al ver esta necesidad, puso manos a la obra junto con el grupo de la “Fundación la Escu” (Fundación de laicos escolapios de Cuenca), e hicieron realidad este proyecto que combina el carisma de la educación propio de la orden con una forma especial de acompañar a estos niños, que luego de la escuela, por la tarde debían acompañar a sus mamás al Mercado o a los restaurantes donde trabajan hasta el horario de salida, pasando la tarde solos, o en ambientes no tan saludables. De a poco, preguntando a las mismas madres, coincidieron en que era una buena idea contenerlos y acompañarlos. Así, de a poco fueron sumándose más y más niños todas las tardes a la casa que les prestaba la Parroquia al lado de la Iglesia de San Sebastián, y lo llamaban “Mi caleta de tareas”, que los niños utilizan como término popular para decir ‘Mi casa de tareas’. Sigue leyendo

El árbol y sus frutos

Soledad y la Aldea

Dijo un gran Maestro: “Por sus frutos los conoceréis”. Se supone que quien ayuda no espera resultados, pero nosotros buscando nuestros héroes anónimos, nos tropezamos con un fruto del servicio de nuestra Protagonista, quien estaba en Lima haciendo trámites. Pensamos que se nos esfumaba una gran historia, pero lo que pensábamos que era un obstáculo, era justamente este Gran Fruto. Tan grande que tuvimos que estar ciegos para tardar tanto en verlo. Sorprendida ante nuestra visita inesperada, Soledad nos recibió y comenzó a contarnos la historia de la Asociación “Niños de los Andes”. De a poco, con cada palabra y cada vivencia nos fuimos asombrando de nuestra propia incredulidad, al darnos cuenta de que estábamos ante un producto real de la obra de nuestra heroína. Sigue leyendo