Soñar en grande sin perder el piso (parte I)

Con María, José y Thelma

Esta vez los caminos nos llevaron por senderos que no habíamos transitado en este último año, dando un giro a nuestro punto de vista, cambiando de ojos y zapatos frente a una misma realidad. Esta vez no estábamos en las afueras de Guatemala capital, sino más bien en los mejores barrios, con guardaespaldas, autos espectaculares y obras de arte. Una vez más, Alguien nos lleva de la mano mientras tercamente nos resistimos pensando que estamos en la dirección equivocada. Una vez más, somos nosotros los equivocados. Nos costaba creer que alguien de este ambiente pudiera ver más allá de su realidad y ponerse al servicio de los demás de corazón, en un país tan polarizado en cuestiones sociales como Guatemala donde estos extremos difícilmente se tocan.

¿Quién iba a imaginar que en esta galería de arte súper top de Guatemala capital encontraríamos el próximo héroe silencioso? ¿O que quien llegaba con su guardaespaldas a la confitería elegante sería otra heroína? Seguramente nos hemos olvidado una cuota de confianza en el camino. Por suerte, bastan tan sólo 2 frases para sacudirnos las dudas, y así poder disfrutar de tanta generosidad que nos transmiten José y Patricia.

Sólo sabíamos que José es un gran empresario de una de las familias más poderosas de Guatemala, nunca nos imaginábamos encontrarnos con alguien tan profundo y entregado. En sólo 5 segundos nos cautivó y nos acomodamos en las modernas sillas de la Galería de Arte Rozas-Botrán para disfrutar de la charla. José recuerda que desde siempre ha tenido el ejemplo muy claro de su bisabuela, abuela y padres, quienes siguiendo la misma línea, lo llevan a visitar el voluntariado de jóvenes discapacitados y ancianos cuando tenía tan sólo 8 años. “Creo que siempre lo tuve dentro, ese ‘algo’ que realmente me cautivó. La primera vez que fui a darle de comer a los niños especiales, fue una experiencia que no sabía si me gustaba o no me gustaba porque claro, cuando eres tan chiquito no entiendes ciertas limitaciones; yo le daba de comer y lo escupía, pero era porque no lo podía masticar bien, y yo decía, ¡Pero qué raro! Y le volvía a dar. Pero después ya empieza como una comunicación silenciosa, yo diría que es alma con alma, es esa energía que quizás no me podía hablar pero ya nos comunicábamos, entonces fue genial y ya después era como una ilusión. A partir de allí, cada Navidad no recuerdo bien, pero si mi regalo eran por ejemplo 200 dólares, yo iba a Paiz (Supermercado) a ver cuánto me alcanzaba para comprar libros y crayones para pintar que eran unas cajitas de madera para llevarles y compartir, eso me generaba una gran ilusión; y después ya cerca de los 17 años empiezo a ir de voluntario formalmente a las obras del Hermano Pedro. Luego tuve una época difícil cuando me mandan a estudiar a Boston, porque cuando llegué yo era de otro medio, mis amigos y mi medio circundante eran mucho más como… materialistas, parranderos, compras, viajes y fines de semana en New York. Entonces como que ‘perdí el suelo’ como decimos aquí, y empecé a cambiar mi perspectiva de la vida pero nunca perdí mi espiritualidad −eso fue básico− siempre fui muy creyente, y aun si nadie me quería acompañar, yo tomaba el tren y me iba a Misa el domingo solo; eso me ayudó mucho. Luego estuve viviendo con mi familia en Miami 2 años, y cabalmente llegó el punto en que no sentía que eso era una vida plena. Me faltaba algo, era vivir en restaurants, yates, paseos, shoppings… Todo era muy bonito pero no era vivir plenamente, entonces yo dije: NO. ¡En Guatemala sí que tengo mucho que hacer! Y tome la decisión de regresar. Ahí ya tenía unos 27 años, Cuando regresé formalizamos los proyectos y al poco tiempo los Padres Franciscanos me invitan a ser parte de la directiva de las Obras Sociales del Hno. Pedro, que es la más grande de Centro América, y el Hospicio San José,  y ya nos metemos de lleno en los eventos de arte, vimos que  al crecer, necesitábamos recaudar mucho dinero, así que empezamos a trabajar todo el año organizando eventos; de a poco fue creciendo el equipo de la fundación, antes éramos 3 ejecutivos y yo, después 7 y… ¡Ahora somos 63! Los fondos principalmente vienen del Arte y de donaciones privadas. Luego compramos el campus y se construyó el primer Hospicio Hospital para bebes y niños con VIH, que era un tema que nadie quería tocar hace unos años. Mi hermana, mi mejor amiga y yo estamos involucrados, lo importante es soñar en grande y trabajarlo. Se logra, de verdad que sí, pasamos de una casa chiquitita a un hospital enorme.”

El campus ya tiene 7 años, pero el resto de los proyectos arrancaron hace casi 20 años, en áreas pequeñitas hasta que pudieron crecer: “Hoy ya tenemos 60 niños que en general murieron sus padres cuando no había tanta medicación viviendo con nosotros, consulta externa de gente que vive en zonas rurales, atención a ancianos graves, y servicio comunitario; son como 1200 personas que se atienden. En el Hospicio del Hermano Pedro, se atienden casi gratuitamente a personas de áreas rurales y de ciudad con una excelencia increíble, médicos de todos lados, operan, hacen trasplantes, etc. Ahí crece la idea del primer Centro de estudios genéticos, Invegem, donde se estudia por qué aquí se dan cierto tipo de anomalías, o leucemias linfoblásticas a una edad más temprana que en el resto del mundo, investigando factores de riesgo, cómo prevenir, etc. La Fundación patrocina todo el centro de investigación, pero con la certeza de que va a llegar a ser sostenible. Ahora empezamos con el screening, un examen a cada bebé nacido en el país y tenemos 2 años de programa piloto en varias ciudades y se va a ir extendiendo a nivel nacional que es nuestro sueño para poder atender a los 400.000 bebés que nacen al año. Entonces allí al Invegem vienen las pruebas de todo el país.”

José nunca pudo apartarse de esas vivencias que tuvo de niño y adolescente, ese contacto con los jóvenes discapacitados o ancianos. “Nunca me pude desprender de eso: cuando vivía en Miami, yo seguía apoyando, involucrado desde lejos, lo extrañaba. Cuando iba a Misa y veía que pedían que dejaran alimentos en una canasta en la puerta yo pensaba que faltaba algo como: ‘Venga, vamos juntos a visitarlos e integrarnos’, era todo como muy calculado, uno perdía esa humanidad.”

La familia de José jugó un rol muy importante en su vida, con el mismo peso que tiene en las empresas guatemaltecas. “Fue algo muy interesante, porque cuando vine de Estados Unidos, automáticamente mi abuela y mi papá, −que son geniales−, me meten de una vez de director de un ingenio de azúcar, una corporación grande donde estaba mi papá como director y yo como director suplente. Cabalmente, mi tío estaba como presidente y mi papá de presidente de la industria  licorera Ron Botran y Zacapa. Tenía esa dualidad genial de dar apoyo social y ser empresario, que era ideal, luego me meten en otra cosa, y al final veo que hay una interrelación interesante entre empresa-ayuda. Mi papá me dijo: ‘En la vida, si no te acercas a los que tienen mucho dinero, ¿cómo vas a ayudar a los que no lo tienen? ¿Si los que no tienen quieren ayudar a los que no tienen? Hay que apoyarse entre todos.’ Ese concepto fue genial, ahí vimos que había que unificar conceptos, entonces nos metimos en el Consejo de Fundaciones Privadas de Guatemala, Rotarios, etc. Llegó un punto en que estaba en 11 directivas a la vez, estaba un poquito cansado.”

José se formó en Negocios en los Estados Unidos, pero siempre amó el arte, desde niño le gustaba pintar y ver esculturas. A los 12 años su abuela Clarita lo lleva a Europa con sus primos sin sus papás, y en Florencia empieza su amor por el Renacimiento; llevaba su toma notas, tenía su criterio definido y ¡hasta le discutía a los guías! Su amor al arte ya estaba bien marcado. La personalidad de José con su gusto y su pasión por el arte, logró transformar un producto ‘material’ en servicio a los demás, y impulsando a muchos a ser solidarios, “Para Guatemala eso ha sido la ganancia,” resalta Thelma, la editora, “Las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran, toda la familia está involucrada, sus papás, primos y sobrinos que ahora empiezan a crecer y se involucran.” Es así como se fueron sumando más profesionales ad honorem a este proyecto: artistas varios, el arquitecto, el abogado, una sobrina que se dedica a nuevas ramas del arte, su prima política María que es directora de otra área, y tantos otros que se siguen contagiando. “Todos los beneficios que se obtienen, van a la Fundación. Todas las obras de arte están en consignación: el artista normalmente nos dona el 50%, y el otro 50% lo dona a la Fundación. Dios nos puso en el momento correcto a la gente correcta, y así hemos ido formando un equipo fantástico, creciendo juntos.”

El escenario estaba armado como para que José fuera un empresario exitoso, reconocido y acaudalado, focalizado en aumentar la fortuna familiar, pero José nunca ‘perdió el suelo’  realmente y enfocó ese éxito y ese reconocimiento hacia los demás. “Es que cuando cambia tu visión −antes no entendía, y ahora entiendo un poquito−, que cuanto menos tienes más feliz eres, empiezas a pensar en cuanto más importante es generar para otros y dejar un gran legado, pero que no necesitas generarlo para ti, porque eso sería egoísmo, sino que lo puedes generar para todos. Básicamente en eso se resume la filosofía actual, y pienso que tienes que tener sueños muy grandes, porque entonces dejas una huella grande y contagias a la gente. Entonces se te suma más gente, como el abogado, que vio hacia dónde íbamos y él mismo me dijo ‘Yo quiero gratuitamente donar mi tiempo’ −es un abogado exitosísimo que cobraría muchísimo por defensoría− para poder reforzar legalmente la estructura de la Fundación y que logre su primer objetivo que es que dure que dure 100 años, porque ya ves como cambia la vida de los chicos, hoy cabalmente me llamo Etelvina, la primera chica que ingreso con VIH, la hemos visto crecer, ya terminó su bachillerato, se prepara para su confirmación y me pedía que fuera su padrino, entonces a la larga ¡es casi como si fueran mis hijos! Y pensar que no sabíamos ni cómo se trataban los niños con VIH,  si iban a vivir o no, y ver que ahora tienen con una vida normal, son adolescentes prósperos, se van a meter en la Universidad; eso nos da energía para seguir adelante.”

Desde el punto de vista práctico, para darnos una idea, José nos cuenta que cuando volvió a Guatemala y arrancó su carrera profesional, su tiempo se dividía así: “Era un 30% trabajo, 30% vida social, 30% ayuda, y un 10% al resto, familia, etc. Luego fue creciendo la proporción, 50, 70, 80 y gracias a Dios, como dices tú, hoy diría que le dedico el 90% del tiempo a la ayuda, felizmente me fue llevando…”

José no descansa, no sólo se dedican a organizar eventos y festivales de arte, arte en las calles y exposiciones para recaudar fondos, sino que a la vez promueven diversos proyectos, como el de ‘Grandes Mini Chefs’ que es un éxito, logrando linkear a un restaurant muy exclusivo de Guatemala con niños especiales. “Ellos querían ayudar, y yo tengo la dicha de que mi sobrina tiene capacidades diferentes, tiene muchos amiguitos que hasta hace 2 años casi no se interrelacionaban y me pareció que era el grupo ideal porque tenemos que integrar a la gente especial a nuestra sociedad, creo que si lo logras en los lideres, va a permear, y a este restaurant que es muy bueno acude gente líder. Era delicado meter a estos niños en la cocina, había muchos peligros, fuegos y cuchillos, pero ¡ha sido un éxito! Mejor de lo que pensamos, le pusimos ‘Grandes Mini Chefs’, porque son grandes de espíritu, de corazón; pero son pequeños de jovencitos y ‘petit’. Se volvió un programa muy bonito que lleva 8 meses y la pasan súper bien aprendiendo con el Chef Sergio. Queremos que eso permee en la sociedad. Es una interrelación muy bonita, creo que hay que seguir así, de a poco hay que ir permeando, agrupando organizaciones que trabajen en ello.”

Por las dudas, le preguntamos a José si tiene algún costo esta vida dedicada al servicio a los demás, si dejó de hacer algo que hubiera querido hacer en vez de esto y nos confiesa: Yo creo que sí se puede llegar a ser un empresario exitoso, con el equilibrio de lograr tu objetivo de vida, que en este caso es dejar una huella profunda para los demás. Y realmente si yo analizo costos, te diría que ninguno, porque no cambiaría ni un segundo de mi vida porque definitivamente todas esas experiencias me llevaron a ser lo que soy hoy, entonces realmente no quisiera cambiar nada, no diría que tuvo ningún costo ni que tuve que renunciar a nada.”

Realmente la paz y tranquilidad que transmite José, nos hace preguntarle de dónde viene su fuerza, sus pilas para encarar estos proyectos, para poner a los demás por delante de sus propios intereses, y nuevamente la ‘casualidad’ nos ha puesto ante alguien de mucha fe porque sin dudarlo reconoce: “¿Mi fuerza? Yo creo que la búsqueda de Dios, la espiritualidad; porque yo antes iba a Misa un día a la semana, veía un poco raro a la gente que iba todos los días, y no entendía por qué, después empecé a sentir la necesidad de ir los miércoles, empecé a sentir esa cercanía con Dios, de pasar a visitar al Santísimo; y de repente llegó una fase en mi vida, en que ahora es una necesidad, esté en donde este, ir todos los días a Misa. Entonces yo sé, estoy seguro, que Dios es mi fuerza, porque claro que hay días muy desgastantes con decisiones difíciles, pero no te debilitas. Yo me imagino que sin la fortaleza de Dios te debilitas y cabalmente puedes irte decepcionando de los problemas tan grandes; en cambio cuando sabes afrontarlos con fe y esperanza, los problemas difíciles te hacen crecer y ser mejor persona, entonces creo que depende de cómo lo enfoques.”

—> Continúa en: «Soñar en grande sin perder el piso (parte II 

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