Recalculando…

Empujando kombi camino a canoa

Qué difícil escribir de nuevo, desde acá, de vuelta en nuestros pagos. Faltaba algo y no sabría como llamarlo: Cierre? Conclusión? Punto final? O más bien: otro punto de partida. Otro de los tantos que tendremos en nuestras vidas. Esos puntos que sin duda nos sacuden, reacomodándonos y enfocándonos nuevamente al Norte, a nuestro propio Norte. Estamos más que felices por la experiencia vivida, pero qué complejo es querer transmitir en un encuentro con amigos o familia cuánto cambio vivimos en nuestros corazones. No hay palabras que alcancen ni resumen posible de estos 20 meses que cambiaron nuestras vidas, nuestra forma de ver y mirar. Parece mentira que esta aventura que nos marcó tan profundamente a veces dudamos si fue un lindo sueño. Ahora ya es un sueño cumplido, que principalmente nos agrandó el corazón -no sé si nos hizo más buenos como esperábamos- pero al menos conocimos muchas grandes personas que siempre recordaremos y que hicieron que nos replanteemos drásticamente nuestros parámetros de generosidad y entrega mientras reacomodamos la brújula al Norte. Sigue leyendo

Soñar en grande sin perder el piso (parte II)

Con Patricia

Cuando conocimos a Patricia era como estar hablando con alguna de nuestras madres, ella es dulce, cariñosa, y nos trata como a sus hijos sin conocernos. Sólo sabíamos de ella que también pertenecía a una de las familias más poderosas de Guatemala y que había perdido a su marido, un empresario exitoso, en un trágico accidente aéreo que fue lo que la llevó a empezar junto con sus 3 hijos una Fundación que está mejorando la Educación Pública del país a través de la tecnología.

Patricia recuerda con mucho dolor la pérdida de Sergio hace 11 años, y que junto con sus hijos querían hacer algo por Guatemala, algo que hiciera la diferencia. Pensaron en algo que lo representara a él, y lo resumieron en: enseñanza, niños, computadoras. El daba clases por la mañana ad honorem en la Universidad, amaba a los niños y era fanático de las computadoras, “Era medio genio,” dice Patricia con una sonrisa, “necesitábamos algo que lo reflejara y entonces encajó de maravilla: la idea era reciclar computadoras para las escuelas primarias públicas, nunca pensamos que iba a ser algo grande, porque era algo que hacíamos de corazón por Sergio, para ayudar a los niños de Guate, pero ¿cuánto podíamos hacer? No conocíamos el tema ni cuántas escuelas públicas había, no nos metimos a hacer un estudio de mercado, sólo nos embarcamos en el proyecto, ¡y nos fue dando un aprendizaje impresionante!” Sigue leyendo

Altruistas sin medida

visitando el barrio Cosme Espesote con Guadalupe y Lillia

Zacatecoluca suena a “sacate la peluca” para nosotros, pero para los salvadoreños es algo más fácil que para nosotros: Zacate = pasto, y tecoluca = búho. No sabemos exactamente por qué entramos a la ciudad de Zacatecoluca, pero sí sabemos por qué nos quedamos. La vista de su imponente Catedral con su correspondiente plaza prolijamente dispuesta −a diferencia de los mercados desordenados y comercios apretujados que veníamos viendo en otras ciudades de El Salvador− nos sorprendió y cautivó. Preguntando, llegamos al Padre Francisco; un gran motor motivador de actividades sociales de la ciudad, quien nos sumó rápidamente a su hiperactiva agenda presentándonos a los voluntarios referentes de los proyectos que maneja en esta comunidad tan golpeada y sensibilizada por la pobreza, la guerra civil y las actuales maras o pandillas. Pero él no lucha solo en esta ciudad, Guadalupe, desde su escritorio, (cuando la encontramos en él), es otra ‘altruista’ como ellos le llaman, que también hace honor a la Real Academia Española, quien sostiene que es alguien que tiene ‘diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio’.

Guadalupe tiene 51 años y desde muy pequeña siempre tuvo una marcada necesidad de ayudar a los demás, sacando comida de su plato para darle a quien no tuviera aunque se quedara con hambre, ante la mirada sorprendida de su madre. Ella hace carne la frase de la santa de Calcuta, “Dar hasta que duela”; no se cansa de dar, dar, y dar lo poco que tiene. A decir verdad, parece que le pasa seguido eso de quedarse sin dinero para su propia comida; da sin medida y se entrega sin medida. Sigue leyendo

Con las manos bien abiertas

foto articulo Manos Abiertas1Nuestra heroína no tiene capa, pero lo único que le falta es volar. Es casi imposible conseguirla para una foto; es delgada y chiquitita, y aunque su ropa aerodinámica podría tomar vuelo en alguna tormenta, ella prefiere quedarse acá abajo, bien cerquita del barro y de los que más sufren. Marlen parece chiquitita a nuestros ojos, pero es un motor con un tropel de caballos de fuerza, que con su frescura y humildad dedica cada minuto a cuidar de los discapacitados en estado de abandono: a los más pobres de entre los pobres, aquellos que no pueden ni siquiera pedir ayuda. Sigue leyendo

El árbol y sus frutos

Soledad y la Aldea

Dijo un gran Maestro: “Por sus frutos los conoceréis”. Se supone que quien ayuda no espera resultados, pero nosotros buscando nuestros héroes anónimos, nos tropezamos con un fruto del servicio de nuestra Protagonista, quien estaba en Lima haciendo trámites. Pensamos que se nos esfumaba una gran historia, pero lo que pensábamos que era un obstáculo, era justamente este Gran Fruto. Tan grande que tuvimos que estar ciegos para tardar tanto en verlo. Sorprendida ante nuestra visita inesperada, Soledad nos recibió y comenzó a contarnos la historia de la Asociación “Niños de los Andes”. De a poco, con cada palabra y cada vivencia nos fuimos asombrando de nuestra propia incredulidad, al darnos cuenta de que estábamos ante un producto real de la obra de nuestra heroína. Sigue leyendo

Por Nuestros Jóvenes del Interior

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por nuestros jovenes del interior!

En el calor de la ciudad de Santiago del Estero, seguimos sorprendiéndonos con tanta solidaridad. Esta vez el Padre Hernán nos presentó a Gachy y César, un matrimonio de maestros muy especiales. Son jóvenes, tienen 46 y 43 años, y por su casa ya pasaron alrededor de 40 chicos que necesitaban que alguien confíe en ellos y les dé una oportunidad para poder saciar sus ganas de estudiar.

Gachy nos cuenta con tonada santiagueña, que era una “cheta acabada” a los 18 años, y que al encontrarse con una realidad tan dura cuando iban a misionar, empezaron a sentir vergüenza y a cuestionarse ‘¿Por qué hay esta diferencia, por qué nosotros podemos estudiar y ellos no?’ Entonces desde aquel momento no sólo no dejaron de ir, sino que cada vez avanzaban un paso más dentro de las realidades ajenas, saltando la barrera que los separaba y haciendo propias esas necesidades buscando promoverlos como personas. Sigue leyendo