Altruistas sin medida

visitando el barrio Cosme Espesote con Guadalupe y Lillia

Zacatecoluca suena a “sacate la peluca” para nosotros, pero para los salvadoreños es algo más fácil que para nosotros: Zacate = pasto, y tecoluca = búho. No sabemos exactamente por qué entramos a la ciudad de Zacatecoluca, pero sí sabemos por qué nos quedamos. La vista de su imponente Catedral con su correspondiente plaza prolijamente dispuesta −a diferencia de los mercados desordenados y comercios apretujados que veníamos viendo en otras ciudades de El Salvador− nos sorprendió y cautivó. Preguntando, llegamos al Padre Francisco; un gran motor motivador de actividades sociales de la ciudad, quien nos sumó rápidamente a su hiperactiva agenda presentándonos a los voluntarios referentes de los proyectos que maneja en esta comunidad tan golpeada y sensibilizada por la pobreza, la guerra civil y las actuales maras o pandillas. Pero él no lucha solo en esta ciudad, Guadalupe, desde su escritorio, (cuando la encontramos en él), es otra ‘altruista’ como ellos le llaman, que también hace honor a la Real Academia Española, quien sostiene que es alguien que tiene ‘diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio’.

Guadalupe tiene 51 años y desde muy pequeña siempre tuvo una marcada necesidad de ayudar a los demás, sacando comida de su plato para darle a quien no tuviera aunque se quedara con hambre, ante la mirada sorprendida de su madre. Ella hace carne la frase de la santa de Calcuta, “Dar hasta que duela”; no se cansa de dar, dar, y dar lo poco que tiene. A decir verdad, parece que le pasa seguido eso de quedarse sin dinero para su propia comida; da sin medida y se entrega sin medida. Sigue leyendo