Pastoreando a cielo abierto

Si hay una persona en todo Baton Rouge, Louisiana, USA, que sabe perfectamente lo que se siente al estar en las calles de noche, con frio y hambre, ese es el Pastor Joseph Moore. El mismo experimentó lo que se siente vivir en la calle cuando se jubiló del Cuerpo de Bomberos, se divorció y no tenía casa: “Ahí fue cuando realmente empezó todo para mí, no se lo recomendaría a nadie, pero así fue como recibí mi llamado particular.” El Pastor Moore ahora lidera “Open Air Ministries” (Ministerios a cielo abierto), ayudando a los necesitados, especialmente los que viven en situación de calle, proveyéndoles alimentos y ropa, literalmente a cielo abierto, en un estacionamiento descubierto. Su trabajo voluntario requiere una gran coordinación y organización, combinada con predicación, amor y entrega. Sigue leyendo

Amor a la mexicana

con Lorena, lso chicos, y Greñas de espaldas!

Entrar a esta casa es como abrir de golpe una bolsita de m&m’s, y dejar que esos 32 confites salten alborotados hacia todos lados. Tras haber cruzado el umbral de la puerta, los niños parecen saltar y rebotar en las paredes sólo para tomar más impulso y venir a abrazarnos, contarnos alguna historia o adivinar de donde es nuestro acento tan raro. Lorena aparece para poner un poco de orden, mientras les pregunta a los más pequeños si traen puestos sus calcetines; “Suena chistoso, ¿no? ¡Pero es lo que siempre se les olvida!”, mientras sonreímos viendo que uno de ellos los saca de sus bolsillos y se los pone donde corresponde.

Si bien escuchamos mucho acerca de Silvia, la creadora de esta Fundación, hoy nos toca conocer su obra a través de su hija Lorena. Silvia sufre problemas respiratorios que la mantienen un poco aislada especialmente en estos días de frío, pero Lorena con apenas 28 años, nos cuenta su lado de la historia sin dejar de recalcar que “El sillón de mi madre me queda muy grande”; ella es quien ahora lleva adelante la Casa Hogar Regalo de Dios en San Luis Potosí, al norte de México, junto con su hermana. Sigue leyendo

Sembrando huellas

con Hna Mariela y coordinadores

Para saber cómo es la Hermana Mariela, sólo necesitamos preguntarle a sus alumnos de 17 y 18 años que comparten con ella diversas actividades en el grupo ‘Huellas de Caridad’, para que instantáneamente brotaran varias frases al unísono: “Ella deja huellas”, “Es ultra-mega sencilla, humilde; ayuda y se entrega totalmente hasta llegar al final”, “Nos pide que demos el 101%”, “Aunque no tenga con qué, hace lo imposible, tiene una clara necesidad de servir”, “Ella es: Amor al Prójimo”. En pocas palabras nos dijeron lo primero que se les vino a la mente, con una alegre y fresca espontaneidad. Es que con ella, estos jóvenes, vienen viviendo y descubriendo desde 7mo grado la satisfacción de servir al prójimo ocupándose de los más necesitados, trabajando por su comunidad, cuidando, limpiando y rescatando parques y espacios comunes.

Así es la Hermana Mariela, se mueve por las comunidades panameñas vecinas a la ciudad de Penonomé, buscando ayudar a todos los que estén necesitados. Debido a la ancianidad de sus padres, está cumpliendo una licencia de su Congregación colombiana para poder cuidarlos en su pueblo natal. Entrega sus mañanas al Colegio Carmen Conte Lombardo en Churuquita Chiquita, y el resto de su día lo divide entre sus padres y las necesidades de la comunidad. Camina sin cesar, llega como sea a los parajes perdidos a 4 horas de travesía en vehículos 4×4, y allí conoce a cada familia y abuelito de las profundidades del bosque tropical. Durante la semana los grupos preparan las bolsas de mercado y los sábados salen a repartirlas entre los abuelitos más necesitados de las comunidades vecinas. La inmensa alegría de estos chicos al contarnos sus experiencias, deja al descubierto cuánto más uno recibe al dar, que al recibir. Sigue leyendo

«Tengo Sed»

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Creí que entendía lo que era vivir al servicio de los demás, pero cada nuevo día me demuestra que lo contrario. Creo que cada profesión tiene lo suyo, y uno siempre puede ayudar a los demás esté donde esté, pero sin duda, hay algunos trabajos que son casi exclusivamente de servicio al otro, por amor, mucho más allá de la remuneración. Conocía pocas personas cercanas como mi amiga del alma Carola, una maestra jardinera que para mí es ejemplo de vocación: no se cansa de cambiar pañales de niños que no son hijos ni sobrinos suyos con una sonrisa a cada momento, buscando sacar lo mejor de esos pequeños terremotos, olvidándose por completo de sí misma y ayudando a que se desarrollen felices y únicos. Deja de lado sus preocupaciones, cansancio o impaciencia para ser su luz. ‘Afortunadamente’, los caminos de mi vida me mantuvieron lejos del mundo de la enfermería, con pocas experiencias propias, hasta que mi prima Agustina se convirtió en enfermera; así de a poco me fui convenciendo de que su servicialidad y preocupación por el que tiene al lado hacía tiempo que había sobrepasado los límites de la familia; ella quería ayudar a todos, especialmente en los momentos de mayor debilidad.

En este camino que estamos trazando Compartiendo América, fuimos ampliando nuestros horizontes, conocimos a Cristina de Grávida en Añatuya* y a Susan en Mindo** que también son enfermeras, con una vocación de servicio constante, siempre dispuestas a ayudar al otro, no importa cuán sucio esté o cuán feo huela. Todas ellas son una parte de ese ejército silencioso que se mueve humildemente cambiando el mundo de a poquito con Amor. La Mujer Maravilla existe, no es una sino miles. No llevan ese traje apretado y brillante con corona, muñequeras y botas, sino que intentan pasar desapercibidas, camuflándose entre la gente. Esta vez las descubrimos envueltas en una tela blanca con un borde azul, y una cruz. Sencillas, parecen las hermanitas menores de la Madre Teresa: las Misioneras de la Caridad. Sigue leyendo