De Pandillero a Guerrero de Cristo

Guerreros de Cristo, Antonio, Teresa y Marco Antonio

Qué envidia. Realmente envidio la FE que tiene Antonio. ¿Sanamente? No lo sé; es que se mueve con tal pacífica seguridad ante el futuro, sin inquietarse por los problemas −que de seguro le sobran− porque es el responsable de 15 hombres a quienes acoge en el Centro de Rehabilitación que maneja en Campeche, México. Tiene bajo la manga el arma más eficiente para sanar estos corazones debilitados por drogas, alcohol, marginación, pobreza, o enfermedades mentales; y no duda en usarla. Su ‘arma’ es: ‘amar’; empezando por ‘dejarse amar’
.

Pero Antonio no era de esos que hablaba de Amor, sino todo lo contrario. Su adolescencia y juventud estuvieron enredadas entre pandillas, drogas y peleas callejeras armadas. A los 23 años huyendo de la policía se le ocurrió esconderse un fin de semana en un retiro con los Padres Franciscanos porque si lo encontraban iba directo a la cárcel. ¡Ahí sí que nunca lo buscarían! Al menos eso le salió como él pensaba, pero nunca creyó que esos 3 días cambiarían su vida tan drásticamente. “Por suerte,” recuerda, “no me dejaron irme y tampoco me pude escapar. El primer día fue una tortura, no entendía nada, huía si veía a alguien llorando, no entendía qué les pasaba; hasta que al segundo día algo empezó a incomodarme dentro mío, y también me quebré. Sentí que algo salía y algo entraba, me dieron escalofríos  y empezó a fluir el llanto, lloraba y lloraba; me escondí para que no me vieran, era mi trauma. Yo no sabía decir nada, no sabía rezar, yo le decía: ¿Qué onda Jesús? ¿Qué onda jefe? No me dejes solo, ¡ayúdame! Ya para el tercer día entendí que Dios estaba ahí para mí, para cambiarme, para amarme; yo no dejaba de pedirle ‘Hazme un instrumento de tu Paz’, para poder dejar de lado esa vida tan violenta. Y luego ya no podía pegarle a nadie, aunque los tenia listos para terminarlos no podía hacerlo.”

Su vida dio varios vuelcos, sus amigos creían que se había pasado a otra banda e incluso algunos lo querían matar por traidor; es que estaba a mitad de camino, no se había entregado al 100% a ninguno de los 2 bandos. Entonces le dijo a Dios: “Las armas me hacen sentir bien, la droga me hace sentir fuerte, mi banda es mi guardaespaldas; pero si Tu vas a ser mi droga, arma y guardaespaldas, yo te sigo. Y sentí que El me dijo: ‘Yo te voy a dar mucho más que tu banda, tus armas y tu droga.’ Entonces agarré todas mis armas, cuchillos, cadenas , droga, y todo y fui con el cura que me tenía miedo y le dije que me quería confesar, que estaba arrepentido y quería dejar todo eso. La gente pensaba que yo estaba disfrazando algo con todo eso, porque me veía a mí y a otros de otras bandas en la Iglesia y no entendía nada.” No sólo salió adelante sino que siguió de largo llevándose el mundo por delante y hoy en día lleva años de experiencia como predicador católico, dando charlas motivacionales y hasta llegó a encontrar a Teresa en una de ellas, a quien sólo con verla supo que iba a ser su esposa. Aunque Antonio estaba en la cumbre de su carrera profesional, sentía que eso no era todo, que no llegaba a llenarlo por completo, que Dios cada vez ocupaba y pedía más espacio en su vida. Ambos dejaron sus ciudades natales recién casados para irse a Campeche, a más de 1500 km. de distancia de su tierra. “Nosotros llegamos aquí con una mochila nomás, pero con una fe tremenda, dijimos: ‘No llevamos nada porque Dios va a suplir todo.’” Con una confianza ciega, habían aceptado el pedido del Obispo de Campeche para empezar una nueva vida allí: sin casa, auto, ni trabajo asegurado pero de nuevo, con una fe inquebrantable, abandonados en Dios y dispuestos a ser sus instrumentos.

Juntos detectaron la necesidad y crearon el Centro de Rehabilitación y Formación Integral Guerreros de Cristo (Asoc. Civil), donde transmiten sus ganas de vivir a aquellos que están luchando por su vida. Cuentan con un extenso e intenso programa de apoyo al paciente, que cumple un período de 6 meses de vida en comunidad con otros guerreros antes de volver a su familia. Diariamente el grupo se reúne a escuchar el tema del día preparado por Antonio, y luego tienen espacios de reflexión individual y común, deporte, películas, etc. Todo apunta a la formación integral de la persona haciendo hincapié en sus áreas más profundas, que son generalmente las más golpeadas, como su autoestima y su vida emocional. Se busca reforzar sus bases, para que se sientan capaces de decidir y actuar con seguridad frente a los retos de su vida, sabiendo que merecen ser felices y sentirse valorados y amados dentro de su realidad.

Claro que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer, y ahí aparece la dulce y silenciosa Teresa. Ella siempre fue una mujer de fe, empezó como misionera a los 15 años y hoy continúa, visitando los alrededores de Campeche. Hasta ella se admira de la fe de Antonio, su despreocupación y confianza en Dios; y silenciosamente pone su granito de arena llevando adelante su propio grupo de apoyo en el Hospital de Campeche, donde invierte una tarde por semana para rezar, compartir y cantar al ritmo de su guitarra con los familiares de los enfermos que pasan su tiempo allí. Teresa los invita: “Vengan, vamos a hacer oración, no importa lo que creas vamos a cantar y pedirle a Dios por nuestros enfermos. La gente se reúne, se desahoga, llora mucho. Es que platicar solamente de los sufrimientos y problemas está bien, pero no eso no es lo mismo que hablarle a Dios de esa misma situación. Al hablarle a Dios en la oración, El le responde dándole paz, fortaleza o lo que esté necesitando. Leemos un texto y lo meditamos, cómo hay que tener fe en los momentos más difíciles, y entregar nuestro dolor a Él; claro que quisiéramos que sanara al enfermo, eso también lo pedimos, pero como dice el Evangelio, también pidámosle que nos ayude a aceptar su voluntad y sobrellevarla de la mejor manera. La gente se pone a orar, cantamos, lloramos y al final, el problema o el enfermo están ahí todavía, pero ellos no son los mismos, sienten una gran paz y energía para afrontar esos sufrimientos. Después compartimos un arroz con leche y un pancito y los veo irse renovados.” Todo ésto siempre escoltada por Marco Antonio, su hijo de 4
años, que dibuja el Arca de Noé desde todos los ángulos con la precisión de un adulto, mientras canta la canción correspondiente.

En nuestras mentes materialistas y mundanas nos cuesta creer que no les preocupe llenar la despensa, pagar cuentas o tener un auto en que moverse, pero Antonio nos recuerda que simplemente “Dios se encarga de todo, El nos llena la despensa y nos provee ropa para los jóvenes y todo lo que falte: ¡Fíjate, a mi me llegó este carro! Esta semana, después que nos dijeron que el otro no tenía arreglo, apareció alguien que quería donar este auto en Monterrey, así que me fui a buscarlo para volver 18 horas manejando feliz.” Con esa tranquilidad nos recalca que sólo hay una cosa importante, y el resto viene por añadidura. Solo hay que tener fe, aunque sea del tamaño de un granito de mostaza.

Antonio es el primer espectador y testigo fiel de las transformaciones de los guerreros, que llegan con ganas de luchar por su vida pero les falta el arma más importante que puede sacarlos de ese pozo; de a poco la van descubriendo e incorporando a su vida. A los 3 meses pueden reencontrarse con su familia aunque su proceso siga su curso en el Centro 3 meses más. Esto los ayuda a fortalecerse ante el mundo exterior, enraizar sus decisiones y asentar hábitos para poder mantener sus bases fuertes ante las tormentas que vivirán.

Teresa y Antonio son conscientes de que sólo el Amor puede darles paz verdadera a los corazones de estos guerreros, que luchan incansablemente por su presente, librándolos de las ataduras a sus adicciones u opresiones. Antonio reconoce: “Puedo percibir lo que les está pasando, porque yo ya lo viví, ya lo pasé, y estoy para darles la mano en este proceso. Al principio no quieren conversar de Dios, pero les hablamos desde el corazón, hay que esperar para hablarles de Dios y yo les digo: ‘No importa si no quieres escuchar, no ames a Dios, pero al menos déjate amar por Dios.’ Y antes que se den cuenta, terminan rindiéndose a los pies de Jesús. Donde el ser humano no llega, ahí llega Dios, directamente a ese lugar que hay que sanar; la palabra de Dios empieza a actuar aunque aparentemente no lo veamos, cada uno va viviendo su proceso de distinta forma y a distinto tiempo.”

No hace falta preguntarle −pero por las dudas lo hicimos− de dónde es que proviene su fuerza para encarar este proyecto y vivirlo con tanta entrega: “Dios te da la fuerza. Claro que tengo ambiciones terrenales, -soy bien ambicioso- y El está llenando mis ambiciones;  por ejemplo mi sueño es que la gente no tenga que vivir en la calle como a mí me pasó; y de repente tenemos esta casa, esto es material, esto es Hollywood para mi, estas son mis vacaciones, esta es mi mejor fiesta, ellos son mi fiesta, ¡No interrumpo esto x nada del mundo!” Teresa complementa:Realmente lo que vivimos es una felicidad muy grande, no podemos decir que nos falte algo para ser felices. Yo por ejemplo en mi casa tuve de todo, estuve acostumbrada a tener todo, moto, carro, administraba los bienes de mi papá, tenía 60 cambios de ropa, zapatos, etc. Cuando nos casamos, yo no extrañé esa vida aunque tuvimos muchas privaciones; tenía a mi familia lejos y así y todo lo afrontamos juntos de la mano de Dios. Yo ya no anhelaba ese gusto de ropa o zapatos, entendía de verdad lo que estábamos viviendo; no le exijo ni le pido nada, soy feliz con lo que tengo, Dios nos viste y nos calza, no nos hace falta nada. La gente también está pendiente, quizás es el cumpleaños del niño, nos llenan de regalos y con eso nos sobra.” Tampoco se inquietan, porque nos recuerdan que: “La ayuda viene de donde menos piensas, no fueron los que yo pensé que iban a ayudar los que finalmente ayudaron, sino gente que ni pensábamos. Y si algún día nos pasa que nos quedamos sin dinero o sin comida, no hay problema, decimos con humor: ‘¡Hoy hacemos ayuno!’”

Pudimos sentir, al charlar con los guerreros, que están renaciendo a la vida, descubriendo el valor de las pequeñas cosas, llenándose de esperanza, deseando un futuro pleno, soñando con una familia o recuperando la existente, con el incondicional apoyo del Único que no nos guarda rencor, que nos perdona siempre y nos ama siempre, más aun en nuestras debilidades y miserias. ¡Hasta el «Tío”, ya anciano, bailaba y nos confesaba que quiere casarse y tener 4 hijos! Gracias a la entrega de Antonio y Teresa, de a poco ellos sienten esa luz que empieza tenue a marcarles el próximo paso y luego se convierte en su herramienta para alumbrar el camino, haciéndose cada vez más potente. Esa luz les permite ver las sonrisas que antes no podían ver, sentir los abrazos que antes no disfrutaban, vivir en paz. Todos podemos ser esa lucecita para alguien… Solo el Amor alumbra lo que perdura, solo el Amor convierte en milagro el barro… (click para escuchar)

con Antonio, Teresa y Marco Antonio la famosa Armadura arca de noe


Reglamento Diego quiere ser guerrero de Cristo

7 comentarios en “De Pandillero a Guerrero de Cristo

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